Su gran día
¡Y que día! Claro que no le sirvió para nada y nadie lo recuerda, pero fue más que genial aquel sábado 12 de noviembre de 1994 en Australia.
No, no me equivoco y no me refiero a la carrera del domingo, donde fue rapidísimo y mereció ganar, cosa que no hizo por lo que ya sabemos sucedió, ya que si es por carrera, lo suyo sería referirse a otras dos: la de Suzuka la semana anterior, donde batió al Kaiser bajo un intenso aguacero, o la de Hungría en 1997, cuando de no ser porque se le bloqueó el cambio, hubiera ganado con su modesto Arrows Yamaha.
Pero yo a Hill lo recuerdo más por lo que hizo el sábado arriba mencionado, más que porque fuera el favorito entonces ese año de mi hermana o porque mi hermano burlonamente lo llamase “Goyete”, como aquí llamaban a Jesús Gil y Gil, presidente del Atlético de Madrid.
Y lo que hizo fue en los segundos entrenos cronometrados, bajo el agua y sin posibilidad alguna de mejorar lo hecho el viernes -entonces había dos sesiones oficiales-, cuando se marcó unas vueltas geniales. Claro que eran inútiles, ni siquiera fue el más rápido ese día pero...¿y qué? ¡Bendita futilidad!
Japón 1994, Hill gana al Kaiser en agua, tal vez su mejor carrera. |
Los que lo vieron, como yo, disfrutaron, y es una pena que no lo tenga grabado, ya que no hay manera de encontrarlo por ningún lado, al igual que la estratosférica vuelta de pole provisional del viernes en Imola 1989 de Berger, porque al igual que con el austríaco antes, dio gusto ver a Damon Hill pilotar su Williams Renault FW16B bajo el agua, con un estilo de rallyes precioso que jamas vi antes, ni después en F1. Claro que antes no lo vi todo, ni mucho menos, pero después casi. Y nada de nada. Rápido, espectacular, seguro, Damon Hill llevaba el Williams de lado por las curvas como si en lugar de un monoplaza estuviese con un coche de rallyes en al rallye de Australia en un tramo urbano. Fue genial, todo un gusto, ¡¡¡un gustazo verlo!!!
El que no lo vio, no sabe lo que se perdió. Aunque no contaba, fue toda una demostración de automovilismo puro. Porque pilotar como lo hizo no era nada fácil. No sé si era esa la manera más efectiva en ese momento, pero lo parecía y, francamente, él hizo parecía fácil, pero no lo era. Llevar de lado un F1, tanto a la entrada frenando, como a la salida acelerando, no es nada sencillo, porque los monoplazas no están preparados para ello. De ahí que ver cruzadas bonitas y efectivas con un F1 sea un rara avis. Y él iba como una flecha, sin perder tiempo. Lo llega a hacer una vaca sagrada, y tenemos crónicas para aburrir. Otra exhibición olvidada, como la de Berger en Imola, pero las demostraciones de pilotaje bueno de verdad, al final se recuerdan siempre por los buenos aficionados, te guste o no el piloto, haya ganado o no. Gracias Damon por tan maravillosas vueltas.
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