domingo, 10 de febrero de 2019

Temporada 1977




                               El tercer hombre




Lauda regresó de las llamas del "infierno verde" de Nurburgring para recuperar su corona.



La temporada 1977 fue fantástica, fenomenal, con muchos equipos ganando -seis- y más pilotos -ocho- a lo que habría que sumar el récord de carreras -17- que no se igualó hasta dieciocho años después, en 1995 y que para superarlo hubo que esperar a 2004. A todo eso habría que sumar una nutrida participación, o de intentos de la misma, que cifró en hasta 61 los pilotos que se inscribieron para correr en, al menos, un Gran Premio, repartidos entre 19 constructores, lo que hizo de las preclasificaciones un habitual. Vamos igualico que hoy día.



Mario Andretti ganó más GGPP que nadie: cuatro, pero sus nueve abandonos pesaron más.



El campeonato fue ganado por el mejor piloto: Niki Lauda, que dispuso del tercer mejor coche. Dado que la máquina siempre ha sido, es y será, lo preponderante -70% coche, 30% piloto- debo de explicar el por qué de esta situación en la que Niki Lauda volvió, de forma casi insultante, la situación a su favor. Y es que Niki ganó el título a falta de dos pruebas: Canadá y Japón. Pero es que ya era campeón virtual una antes, en Italia, cuando salió de allí con 27 puntos de ventaja -los que había en juego- sobre el segundo clasificado, Jody Scheckter. Vamos, que le valía con sumar un punto en caso de tres triunfos de este. ¿Imposible para el sudafricano? No, pero casi. Y a eso habría que añadir que Lauda no corrió en el Jarama por una lesión en las costillas por un golpe que tuvo. Y en esa carrera podía sino ganar, subir al cajón. Es decir, que Niki se hizo con el campeonato en 14 participaciones -que podrían haber sido 13- de 17. Y eso a pesar de que sólo logró 3 victorias. Claro que, de haber arrancado bien desde la pole en Long Beach, donde decía que no veía el semáforo, bien podría tener un triunfo más. En ese aspecto, Andretti, Hunt y sobre todo, Watson, tienen muchos más motivos de queja.



Scheckter elevó a cotas inesperadas el Wolf con tres victorias. Argentina -en su debut-, Mónaco y Canadá.



El Ferrari de Lauda fue rápido, pero no el que más, ya que sólo logró un par de poles, por siete y seis de Andretti y Hunt respectivamente. De hecho, en un hipotético campeonato basado en la clasificación en parrilla, Hunt sería el campeón seguido de Andretti, con Watson -ya alejado-, tercero, y Lauda cuarto. Un Lauda que, de haber corrido las dos últimas citas, tampoco habría pasado de ahí.
En vueltas rápidas, la cosa mejoró, al lograr tres, las mismas que Hunt, una menos que Andretti, aunque esta referencia es mucho menos significativa, por razones obvias. Pero lo que no tuvo de velocidad, lo tuvo de fiabilidad, ya que sólo abandonó una vez, en Sudáfrica, por rotura de motor. Abandono que podría haberse evitado de haberse cambiado la noche del sábado el motor, tal y como Lauda pidió se hiciera. Pero Antonio Tomaini se negó. Y fue una pena, porque antes de su abandono, Lauda iba por delante de Scheckter, el futuro ganador. En Suecia, dónde partió en décimo quinta posición, también abandonó, pero en este caso de forma voluntaria al no ir el coche nada bien y no tener opción alguna de puntuar.



Watson y el Brabham Alfa fueron rapidísimos, pero su escasa fortuna y la falta de fiabilidad pesaron demasiado.



Lauda fue el mejor, no por ganar con un coche que no era el más rápido -pero sí el más fiable- sino porque apenas cometió errores. Sin la brillantez exhibida por Andretti y Hunt, en parte por no tener coche para ello, Niki nunca se vio envuelto en ningún lance de carrera. Y eso fue no sólo por suerte, sino porque supo muy bien cuidarse de ello. Tanto Andretti como Hunt tuvieron varios toques.
En Zolder, Andretti, bajo la lluvia se llevó por delante al pobre John Watson, se tocó con Hunt en Holanda cuando intentaba pasarlo en “Tarzan”, para acabar el año con otro accidente en Fuji, aunque de cara al título ya no importaba.
Mecanicamente estuvo muy desafortunado, perdiendo la victoria en Suecia en las últimas vueltas, lo mismo que en Canadá. Como compensación, le birló el triunfo en Francia a John Watson en la última vuelta, cuando el Brabham de este ya no daba para más.
Hunt, por su parte, también peco de fogoso y aunque a veces lo pudo controlar, otras no. Se tocó con Andretti en Holanda y en Italia abandonó por un trompo. Peor le fue en Canadá, donde acababa de ponerse líder tras superar al correoso Andretti, cuando al ir a doblar al tercer clasificado -tal era su ritmo-, que era su compañero Jochen Mass, chocó con él, abandonando.



El vigente campeón, James Hunt, nunca pudo defender su corona. En la foto, tocándose con su compañero Jochen Mass al cogerle vuelta en Mosport, Canadá.



Ambos, Andretti y Hunt, a sus errores de pilotaje hubieron de añadir sus múltiples fallos mecánicos, que les restaron triunfos -sobre todo a Andretti- y valiosos puntos.
John Watson fue el gran perjudicado del año, el pupas. Su coche, el precioso Brabham Alfa Romeo, no era tan rápido como el Lotus de Andretti o el Mclaren de Hunt, pero poco le faltaba. A cambio, era tan poco fiable, sino más, que estos. De ese modo, no pudo lograr triunfo alguno, pese a liderar varios GGPP. El más sangrante en Francia, al perder la carrera en la última vuelta.
En Zolder, aunque era el primer giro y llovía, Andretti se lo “chimpó” cuando era líder. Lo mismo habría sido su día -lo fue de Nilsson-; el caso es que, como ven, los enemigos de Lauda muchas veces se eliminaban entre ellos.
“Wattie” estuvo muchas veces en punta, pero sin consumar. En Inglaterra estuvo espléndido, tanto, que el ganador, James Hunt, daba por bueno el segundo lugar cuando Watson se detuvo en boxes por falta de presión de combustible. En Alemania precedía al futuro ganador, Lauda, cuando abandonó. Al final de año sólo tenía un segundo lugar como resultado de honor. Muy poco para alguien que fue tan veloz.



Renault debutó en la F1 con la tecnología Turbo. Ya nada volvería a ser igual.



Jody Scheckter, el subcampeón, pilotó de maravilla en el nuevo equipo Wolf, que llevó brillantemente a la victoria el día de su debut, en Argentina, siendo intocable en Mónaco y que heredó el triunfo en casa de su constructor, en Canadá. Total, tres victorias, una pole y dos vueltas rápidas. Nada mal para un equipo debutante. Jody apenas cometió errores y fue quien más se acerco a Lauda en cuanto a pilotaje. Su Wolf era más o menos igual de rápido que el Ferrari del campeón, pero no tan fiable. Y es que Wolf no era Ferrari. Bastante hizo.
Y para los demás, las migajas. A las cuatro victorias del Lotus de Andretti, las tres del Ferrari de Lauda, del Wolf de Scheckter y del Mclaren de Hunt, hay que añadir la de Reutemann con el Ferrari y, sobre todo, la de Nilsson con el Lotus en Bélgica, la de Lafitte con el Ligier-Matra en Suecia y la de Alan Jones con el Shadow en Austria que fueron, las primeras de ellos como pilotos de F1. En el caso de Nilsson, que murió de cáncer al año siguiente, la única. Y en el caso de Ligier y Shadow, fueron sus primeros triunfos como constructores. Lo mismo que las tres de Scheckter con Wolf fueron las primeras de ese equipo que, al igual que Shadow, no obtuvieron más.



El adiós a las séis ruedas. Pese a los esfuerzos de Depailler, el Tyrrell P34 no tuvo continuidad.



Como dato triste, la muerte de Tom Pryce en Kyalami y la de Carlos Pace en un accidente aéreo, al igual que las de dos espectadores en Fuji al volar el Ferrari del canadiense Gilles Villeneuve, que había debutado de modo esperanzador meses atrás en Inglaterra con un Mclaren. Causó tan buena impresión que Enzo Ferrari lo fichó para sustituir nada más y nada menos que a Lauda, que se había proclamado campeón del mundo, al decidir este, de manera poco elegante, abandonar la Scuderia.
Sus formas no fueron buenas, más que nada por diferencias con “el Comendatore”, aunque años después limaron asperezas y Lauda reconoció que Ferrari había hecho, como constructor, lo que tenía que hacer, aunque a él no le gustase.
Lo que no fue nada profesional por parte del austríaco, fue ir a Canadá y luego, al no sentir ganas de correr, dejar plantado al equipo. Como dijo Jody Scheckter en 1980, poco antes de retirarse y cuando él tampoco quería correr: “lo fácil es hacer como Lauda, largarse, pero eso no es profesional, tengo un contrato con Ferrari hasta fin de temporada y lo voy a cumplir, dándolo todo.”
A nivel técnico destacó el Lotus 78, que empezaba a usar los pontones y bajos del coche para crear apoyo aerodinámico, lo que fueron los inicios de los “coches-ala”, comúnmente conocidos como coches con “efecto-suelo”. Para sellar los bajos, se situaron bajo los pontones unos “cepillos” como los que se suelen ver en algunas puertas para evitar entre la suciedad y aire.



El Lotus 78, el primer coche ala. De haber sido fiable, nadie habría podido con Andretti.



En Inglaterra debutó el Renault RS 01 Turbo, el debut de Renault en F1 y con un motor sobrealimentado, algo que no se veía desde los Alfa Romeo Alfetta 158-159 de 1950-51, sólo que estos lo eran con compresores volumétricos y el Renault, con turbo. Este tipo de mecánica inspiró curiosidad -Ferrari- y escepticismo en el resto- sobre todo a Keith Duckworth, de Cosworth y a Ken Tyrrell, que lo apodó, “la tetera amarilla” por sus continuas roturas. Años después, el “tío” Ken ya no reía. Ni él ni nadie. El turbo de Renault cambió la F1 para siempre.
El F1 más original de la historia, el Tyrrell P34 de seis ruedas, se despidió sin pena ni gloria este año, al no conseguir los resultados esperados tras un prometedor 1976 en el que lograron una victoria y varios puestos de honor para finalizar terceros en ambos campeonatos. Este año obtuvo tres terceras posiciones para un total de 27 puntos en el mundial, y gracias. Una lástima. Se decía que su fracaso vino, al menos en parte, por la falta de desarrollo de sus neumáticos delanteros de 10 pulgadas -que sólo montaban ellos- porque Goodyear, ante la entrada de Michelin, los dejó un poco olvidados. Sea como sea, nos quedamos sin este espléndido monoplaza, en el que tanto Tyrrell como Depailler, tenían puestas sus esperanzas. Eso sí, se pudo despedir de la F1 con el tercer lugar de Depailler en Japón en un podio al que sólo subió él, ya que los dos primeros -Hunt y Reutemman"- tomaron las de "villadiego". Es decir, se piraron para coger el avión. Poca seriedad y respeto para con el público. 



La cara oscura del deporte del automóvil: los accidentes mortales. Tom Pryce se fue en 1977. También Carlos Pace, pero en este caso fue un accidente aéreo.



En resumen, una temporada apasionante, como por otra parte solía suceder en aquellos maravillosos años -los 70 y principios de los 80- en los que la F1 todavía no era monstruosa y un equipo relativamente pequeño con buenas ideas podía ganar. A ello contribuyó, y mucho, el maravilloso Ford Cosworth DFV, motor bueno, bonito y barato, que estaba a disposición de todos y que democratizó la F1. Una era irrepetible que se fue para no volver, pese a los intentos de replicarla, con los motores congelados y falsamente igualados que vimos desde 2009 hasta 2014. Pero entonces, para ganar, hacían falta muchas más cosas que buenas ideas y un motor bueno. Hacían -y hacen- falta unos medios que no están al alcance más que de unos pocos privilegiados.



Melodía V12: Suecia vio vencer a Lafitte con el Ligier Matra, victoria casi 100% francesa. Sólo fallaron los neumáticos, que eran norteamericános.



Hubo temporadas con más ganadores -1975 con nueve y 1982 con once- pero ocho tampoco estaba nada mal. Lo que más me llamó la atención es que el ganador del título, lo hizo de modo casi insultante pese a no disponer del coche más veloz. A veces se puede ganar sin el mejor coche, y este es un buen ejemplo, pero como he dicho muchas veces, para que eso sea posible, la diferencia con el mejor -en este caso los dos mejores- no ha de ser muy grande. Y en este caso, la diferencia se compensó con la fiabilidad a prueba de balas del Ferrari porque, como dice el dicho: para llegar primero, primero hay que llegar. Y el pilotaje efectivo y calculador de Lauda hizo el resto.


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