viernes, 15 de abril de 2022

La globalización de la F1

 



                       El legado de Bernie





Hace ya unos cuantos años, la revista F1 Racing publicó una encuesta en la que Bernie Ecclestone salió elegido como la persona que más había hecho por la Fórmula 1 por delante de Enzo Ferrari, nada más, y nada menos.

Tiene su lógica si partimos del hecho de que Enzo Ferrari, quizá la persona más influyente -o conocida- del mundo del motor, no ya en Italia, sino a nivel mundial, más que por la F1, lo hacía por su equipo. Es decir, no lo hacía directamente -o de modo altruista-, por la F1. Sin embargo, algo debió hacer -muchas veces cediendo- para que F1 y Ferrari para la mayoría sean sinónimos y no se conciba la una sin la otra.

Respecto a Bernie, el ganador de aquella encuesta, no lo hacía tampoco de modo altruista, sino como negocio, sólo que a diferencia de Ferrari, su negocio era directamente la F1. De ahí que, logicamente, con sus aciertos y errores, más cosas que no me gustan, como eliminar la competencia de otros campeonatos -la resistencia por ejemplo-, el tío Bernie fuese elegido como la persona que más ha hecho por la F1. Y es cierto.

Los Fórmula 1 son los coches más tecnológicos y rápidos del planeta, además de ser considerada como la categoría más prestigiosa. Pero no siempre fue así, Como se vio en “la carrera de los dos mundos” celebrada en dos ediciones, 1957 y 1958, los monoplazas americanos ganaron a los europeos y, entre los sesenta y principios de los 70, los sport de gran cilindrada también podían ser más veloces que los pequeños F1, más ligeros pero menos potentes. Desde prácticamente los años 80 ya no hubo nada en pista tan veloz como un F1, lo más cercano fue el Peugeot 905 de sport de 1992, dejando al margen la leyenda del Lancia Delta S4 de Toivonen, que no es más que eso, una leyenda, aunque todavía hay quién se la traga.



Enzo Ferrari, la persona, la leyenda tras las gafas oscuras, es la imagen de la F1.


Hasta los setenta, ganar un Gran Premio o una carrera de resistencia era igual de prestigioso, pero ya a partir de los 80 eso empezó a cambiar. Y para siempre. Y ahí, al igual que en lo de la tecnología y la velocidad, intervino Bernie, aunque fuese una consecuencia de su actitud.

Los GGPP y el propio mundial de F1 era entonces algo más de amigos, más improvisado, y Bernie se encargó de hacerlo un negocio rentable en el que todos -no sólo él- sacaban tajada. El formato de la F1 con sus carreras más cortas respecto a las de resistencia, su principal rival, ya que los F-Indy eran para los yankees, que a los europeos nos importaban un bledo -y viceversa-, le hizo ir en busca de las televisiones, siendo ellas su principal cliente, ya que llegaban a mucha más gente que las gradas de los circuitos. Y con la tele, los patrocinadores. Cuanta más gente la veía, mejores contratos, más dinero y más personas -constructores incluidos- querían formar parte del pastel. Ese era él circulo vicioso.

Y con más dinero e interés por parte de las grandes fábricas, los coches se hicieron cada vez más tecnológicos, caros y rápidos. Los pilotos eran los mejor pagados, las televisiones pagaban grandes sumas por los derechos y, con una audiencia mundial, los patrocinadores llamaban cada vez con más fuerza a la puerta de la F1.



En 1985 Australia llega a la F1, un país, un continente más.


Bernie llamó a las televisiones, unificó formatos, horarios y demás para hacerla más atractiva y con ello, la F1 era cada vez más popular y rentable. No todo era siempre de color rosa, pero básicamente fue así. Bernie vio el negocio donde nadie lo había visto y llevó la F1 a las cotas más altas jamás vistas. ¿Pudo pasarse con los derechos televisivos? ¿Repartía poco con los equipos? ¿Era implacable con la competencia? Tal vez, pero él fue quién abríó las puertas de la F1 al mundo. No se le puede reprochar que quisiese llevarse gran parte del pastel y que lo defendiese por encima de otros campeonatos.

Como fuere, el tema no acabó ahí, y expandió el negocio. La F1 se “mundializó” más que nunca, llegando a más países. No está de más recordar que la F1 nació en Europa, heredera de las carreras tipo “Gran Premio” y que estas se disputaban en Europa, siendo Alemania, Francia e Italia sus principales sedes.

En 1950, primer año del mundial de F1, sólo se corría en Europa y, para darle un aire más mundial, las 500 millas de Indianápolis puntuaban, pese a que ahí no corrían los monolazas de F1 y su reglamento y demás nada tenía que ver con el mundial... Ese año sólo hubo, 500 incluidas, siete carreras. La cifra fue aumentando poco a poco, al igual que los países -y continentes- hasta que a finales de los 70 ya se podía considerar un mundial en toda regla. Y en los 80 más.

Pero el bueno de Bernie no se iba a contentar con esto -esta primera expansión no fue cosa suya, sino una evolución natural del deporte-, y empezó a mandar, exportar, la F1 a países exóticos. Malasia, China, Rusia, Singapur, Corea del Sur, Baréin, Abu Dabi... no sé si me dejo alguno. En resumen, países sin tradición pero que aportaban más pasta, y en algunos casos seguidores, que los países tradicionales. Y esto no ha cambiado, al contrario más bien, con los sucesores de Bernie.



Ecclestone, Ferrari y Balestre. Enzo medió en la guerra FISA-FOCA, cuando Bernie empezaba a despuntar.


Y es aquí cuando me planteó las siguiente preguntas: ¿es necesario tantas carreras al año? ¿Merece la pena ir a tantos países? Para mí no, debía dejarse el calendario en unas 16-18 carreras y si se quiere ir a más países, ir rotando. Dejar unos fijos, como Italia, Mónaco e Inglaterra, y el resto variar en el caso de querer tener tantos escenarios. Pero claro, eso no es tan rentable. Y de aquí a la pregunta que en realidad me llevó a este artículo: ¿por qué ir a determinados países? Me refiero a esos que no respetan los derechos humanos, como China, Bareín, Abu Dabi, Arabia Saudita y ahora Rusia. Lo digo porque no veo la necesidad. Sólo el dinero. Y a Rusia lo cito al final porque no es un país al que no se deba ir por no respetar los derechos humanos, no como los otros. Otra cosa es lo de las sanciones actuales por la inadmisible, e injustificable, invasión Ucrania. Y es que recuerdo en 2014 al gran Ari Vatanen, gran piloto y mejor persona, decir, de modo no todo acertado según mi parecer, que no se debía correr en Rusia por ser un país que no respetaba los derechos humanos. Bueno, creo que más que los anteriormente citados, sí los respeta y, si nos ponemos finolis, por desgracia en mí país, España, hay muchos derechos pisoteados, como el de estudiar e español -entre otros muchos- en determinadas zonas, y nadie dice nada de no correr aquí, o al menos no en esas zonas, como Cataluña, teniendo encima que aguantar su bandera e himno como si fuesen nuestro igual, que no lo son. Son una región de España, tan importante como las demás..

No me malinterpreten, quiero que se corra aquí y no justifico para nada a Rusia, sólo que antes de lo de Ucrania, Rusia no era el primer GP que sobraba. Quizá nunca se debió ir a Rusia -yo no lo creo-, pero en comparación con otros, sí. Por ejemplo, Arabia Saudita, en guerra con Yemen. Ahí van y nadie dice nada.



Ari Vatanen.


Sin salirme mucho del tema, en resumen, que Bernie abrió la puerta de la F1 al mundo, para bien y para mal. Generalmente para mejor. Pero hay excepciones, y algunos de los nuevos países a los que se va, hubiera sido mejor no hacerlo.

Y con esto dejo clara mi postura sobre los recientes sucesos de Arabia Saudita, sobre si se debió correr o no. Es un país, al igual que otros, a los que no se debe ir.

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