Pasión al rojo vivo
Recuerdo con cariño el GP de San Marino de 1982. Fue la primera victoria que viví como Ferrarista. Curiosamente, los dos primeros Gps de F1 que vi fueron: Montecarlo y España 1981, ambos ganados por Gilles Villeneuve a lomos del que sería posteriormente el mítico Ferrari número 27.
En esas
fechas, y con siete años, debutaba como seguidor de la F1, sin
ningún tipo de conocimiento, sólo que me gustaban los coches. Y
como tal, animaba al que por aquel entonces me parecía el más
bonito, el Lotus Essex. Tras esos dos Gps, viendo fotos en la revista
Grand Prix Inernational, me gustó el Williams, que me llamó la
atención por sus ruedas de lluvia. Pero daba igual, era incluso un
amor más efímero que el de Lotus. Viendo, en esa misma revista, una
foto chiquitina del Ferrari nº 27 de Villeneuve en Mónaco, me hice
Ferrarista...y hasta hoy. La primera carrera que recuerdo haber visto
como Ferrarista fue la de Silverstone 81, sí, la de aquel accidente
de Gilles que involucró a varios pilotos.
Lo de ver carreras en
España esa época es un eufemismo, te ponían las cuatro primeras
vueltas, alguna conexión de menos de cinco minutos por medio y las
últimas vueltas. Eso cuando te ponían algo.
Pero me
estoy dejando ir, recuerdo ese GP, en el que había apenas 13 coches,
debido a la guerra FISA-FOCA. La ausencia de los grandes equipos
ingleses como Lotus, Brabham, Williams y Mclaren no importaron
demasiado al público italiano, y mucho menos después de como
transcurrió la carrera.
Los que
salían en primera fila eran los dos Renaults -algo habitual aquella
época- seguidos de los dos Ferrari. Al apagarse los semáforos, los
Ferrari dieron cuenta de Prost -que tenía problemas- en las primeras
vueltas. Suponía que pronto harían lo mismo con el otro “malvado”
Renault, pero la conexión fue cortada. Cuando volvieron a conectar,
el Renault de Arnoux ya no estaba y el venerable comentarista, Pepe
Díez, habló un poco de la buena carrera que hizo hasta su abandono.
Claro que también comentaba que los Ferrari estaban rodando
tranquilamente sin decidir cual de los dos ganaba. Nada más lejos de
la realidad, como supe posteriormente, estaban luchando a brazo
partido. Y ganó Didier Pironi, lo cual me resultó extraño, yo
pensaba que tenía que ganar Gilles, por eso de ser el jefe de equipo
por tener el dorsal con el número más bajo. Tal era mi ingenuidad.
De cualquier manera, aunque no gano Gilles, que lo prefería algo más
que a Didier, lo importante era que había ganado un Ferrari. ¡Y
además con doblete!
Villeneuve y Pironi en pleno duelo acelerando a la salida de la Tosa ante el delirio del público italiano. |
Horas después, en el telediario, me enteré de que a Gilles no le hizo ni pizca de gracia la derrota. Y fin de la historia... o eso creía yo. De cualquier modo, lo que pasó después es otra historia.
Respecto al
GP en sí, viéndolo de nuevo como es debido años más tarde, y
leyendo revistas y anuarios de la época, llego a las siguientes
conclusiones: que en Ferrari hubo órdenes de equipo, que estas eran
claras y que decían que era Didier quien debía ganar -en contra de
toda lógica y deseo de los aficionados- que Gilles y Didier, que
remedio- se las pasaron por el arco del triunfo, y poco más.
Leyendo
comentarios de periodistas, incluso de los más reputados, como el
genial Javier del Arco -descanse en paz allá donde esté-, y de
aficionados, veo como casi todos se dejaron embaucar por la magia de
Gilles, que acusó a Ferrari y a Pironi de traición, nada más lejos
de la realidad.
Los hechos
son los siguientes: tras el abandono del Renault de René Arnoux, los
Ferrari lideraban con más de 35 segundos sobre el tercer
clasificado, el Tyrrell de Michele Alboreto. Gilles, líder en ese
momento, cometió un error y Didier
lo adelantó, un Didier que ya le había demostrado antes que no se lo iba a poner fácil. Sabedor de que no iba a tener la complaciencia de
Pironi, recuperó la posición y lucharon por la victoria hasta el
final, adelantándose hasta en tres ocasiones.
A todo
esto, en Ferrari no quisieron que sus pilotos luchasen para evitar un
posible accidente con el doblete asegurado o, incluso evitar quedarse
sin gasolina.
De modo que
Antonio Tomaini decidió sacar un cartel en el que sus pilotos debían
mantener posiciones. Cuando lo hizo Didier estaba en cabeza. Teniendo
en cuenta que Gilles llevaba más tiempo en el equipo, que era el
favorito del público, y que les había dado sus últimas victorias y
podios, uno se pregunta el por qué se decidió favorecer a Pironi.
Bajo mi punto de vista, Tomaini decidió de manera imparcial, dejaría
que luchasen varias vueltas, y en una vuelta por él determinada,
sacaría el cartel de mantener posiciones, fuera quien fuera en
primer lugar. Desde luego su decisión fue justa, pero no popular.
Las órdenes de equipo fueron claras y reiteradas, a las imágenes me remito.
El cabreo
de Gilles, que arremetió contra todos, no ayudó. Incluso cuando se
quejó ante el gran jefe, el Comendatore Enzo Ferrari -que lo quería
como un hijo- este no le apoyó “Gilles, así son las carreras”
le dijo.
Me gustaría
creer que la pataleta de Gilles sería pasajera, pero tenía toda la
pinta de ruptura definitiva con el equipo de sus amores. Su muerte
dos semanas después en Zolder nos impidió saber como hubiera
acabado todo, y sobre todo, nos privó de uno de los pilotos más
espectaculares, entregados, y queridos que ha dado el automovilismo.
Gilles era una persona auténtica, y se merecía todo el cariño -a
diferencia de otros falsos héroes- pero eso no implica que en San
Marino 82 tuviese razón, en el que fue, su único error fuera de
pista de toda su carrera. Se le hecha de menos, y a Didier también,
que falleció cinco años después en un accidente de lanchas de
carreras.
El caso es
que casi nadie ha querido ver los hechos con objetividad. Algunos
incluso aluden a Monza 1979, cuando Forghieri -director técnico- le
pidió que no atacase a su compañero Jody Scheckter en su lucha por
el título. Dicen que Ferrari estaba en deuda con Gilles por eso. Tal
vez sí, tal vez no. Sí se lo pidieron como favor, entonces no
debería echárselo nadie en cara a la Scuderia, aunque como dijo el
fumador: “ninguna acción es altruista del todo”. En ese caso,
Ferrari podría aducir que fueron ellos quienes lo formaron como
piloto cuando no era nadie, y que sus múltiples destrozos hasta
madurar como piloto no fueron ni escasos, ni baratos. En caso de ser
una orden de equipo, no un favor, entonces, menos dudas quedan. Eso
sin contar que, en general, los aficionados están siempre en contra
de cualquier tipo de orden de equipo, excepto cuando les conviene,
exactamente como cuando Groucho Marx dijo:” estos son mis
principios señora, sí no le gustan, puedo cambiarlos”, solo que
Groucho lo decía en broma, a diferencia de los aficionados. No a las
órdenes, salvo que sean a favor de Gilles...o de Piquet frente a
Mansell (1986-87) o de Prost frente a todos (menos con Senna), ídem
de ídem para el brasileño, etc...hipocresía pura.
San Marino
82 fue un gran premio magnífico, por desgracia, no exento de
polémica. A Didier se lo sigue injuriado todavía por aquello, es
decir, por hacer lo que todo piloto de carreras debe hacer: ganar.
Para más detalles y correcciones:http://elsofadelaf1.blogspot.com.es/2016/10/san-marino-82-apuntes.html
Para más detalles y correcciones:http://elsofadelaf1.blogspot.com.es/2016/10/san-marino-82-apuntes.html
Crónica GP de San Marino de la revista Grand Prix International. (Ampliar foto para leer) |
Esta crónica no dice la verdad de lo que ocurrió en Imola 82. Sólo cuenta la segunda parte sobre el tema de los carteles. La primera parte que se omite explica el asunto y es esta...
ResponderEliminarEl pacto en Ferrari siempre era reducir la velocidad y mantener la posición una vez que quedaba claro el primer y segundo lugar, y en ese caso se produjo cuando los Renault abandonaron, cuando Villeneuve estaba por delante de Pironi. Dado que a Ferrari le preocupaba quedarse sin combustible en una pista de alto consumo, Villeneuve redujo el ritmo y comenzó a cambiar marchas 1000 revoluciones antes. Estaba tranquilo cuando Didier fingió pelear con él, pero el francés aceleró y Gilles tuvo que esforzarse en recuperar la primera plaza. Aún así, en la última vuelta, Gilles prácticamente tuvo que apartarse cuando Pironi le atacó en la horquilla para ponerse primero y ganar la carrera. Su esposa se lo había advertido al decirle que Pironi no era de confianza, pero Gilles tenía a Ferrari como su propia familia. Lo de Ballestre que quería un primer campeón francés durante su mandato también influyó pero esa es otra historia dentro de la traición que envalentonó aún más al traidor Pironi.