martes, 29 de diciembre de 2015

Michael Schumacher, dos años ya...

                             El Kaiser y yo






Ahora que se han cumplido dos años de su dramático accidente os voy a hablar de lo que fue para mí Michael Schumacher, el Kaiser.
Los  que me conocen personalmente creen que yo “odiaba” a Schumacher hasta que ingresó en Ferrari, siendo entonces y sólo entonces cuando lo adoré. Nada más lejos, y a la vez cerca, de la realidad. Eso sí, todo el mundo debe saber que cualquier piloto que entra en la Scuderia sufre una redención y se le perdonan todos los pecados anteriormente cometidos. Luego, dependiendo de su actitud, entrará o no en el cielo Ferrarista. El Kaiser lo logró con creces.
Para empezar, y en mi descargo, decir que yo no soy en realidad un seguidor de pilotos, y que de entrada suelo aborrecer a todo aquel que llega rompiendo moldes y con todo el beneplácito de prensa y público. Cómo Senna, Alesi o el mismo Schumi, sólo por citar a algunos. Este año le tocó a Verstappen…
Algún día explicaré mi retorcido sistema de valores para pilotos, tan retorcido que ni yo mismo entiendo del todo. 






A Michael Schumacher lo conocí cuando empezó a correr con Mercedes en el mundial de Sport-Prototipos en el programa de jóvenes promesas que  tenía Mercedes. Junto a él estaban Karl Wendlinger, Fritz Kreutzpointner y Heinz Harald Frentzen.
De los cuatro, con el que más me quedé fue con Schumacher, simplemente porque se llamaba –apellidaba- igual que el portero de la selección alemana, que por cierto, me gustaba mucho.
No pareció destacar mucho Schumi en los Sports, al menos para mí. Pero para eso había que seguir bien las carreras, no sólo las clasificaciones, algo que entonces era poco menos que una quimera a menos que fueses periodista y, aparte de ir al circuito, tuvieses una lista de tiempos vuelta a vuelta. El hecho de competir contra viejas glorias, muchas de ellas estrellas frustradas de F1, tampoco ayudaba a que yo lo valorase como merecía.
Schumi también corrió en la F3000 japonesa y ganó a la emergente estrella finlandesa Mika Hakkinen el prestigioso GP de Macau de F-3. Por cierto, que su triunfo en Macau fue con colisión con Mika incluida.






Debutó  brillantemente en el GP de Bélgica de 1991 con Jordan, en el que sería su GP fetiche, pese lo acontecido ahí en 1998 (ver artículo).
Era el GP que nadie quiso ganar (se lo llevó finalmente Senna pese a quedarse sin 1ª y 2ª velocidades). Schumacher deslumbró en los entrenamientos, pero en carrera no iría muy lejos al achicharrar el embrague en la salida. Mansell, Alesi y  Prost  abandonaron y  Senna, Berger  y  Patrese tuvieron problemas.  Esto permitió al compañero de Michael en Jordan, Andrea de Cesaris luchar por el triunfo. Lo que da lugar a pensar que  tal vez Michael hubiera logrado repetir la hazaña de Giancarlo Baghetti en el GP del A.C.F. de 1961, es decir, debut con victoria, en caso de no haber abandonado.
Ya en el siguiente GP, el de Italia, lo corrió para Benetton, dónde doblegó a su nuevo compañero , el tricampeón mundial Nelson Piquet, al lograr la 5º posición. Un Nelson que celebraba su 200 GP y que fue 6º.






Llegó 1992 y Schumi siguió en Benetton, esta vez con Martin Brundle como compañero de equipo. Logró en Méjico su primer podio y en Bélgica su primer triunfo. No me preocupaba, ni me gustaba el alemán este… de momento.






Pero llegó 1993, con la Scuderia sin levantar cabeza tras su lamentable año 1992 y sin mi querido Mansell, campeón en título (primera vez que ganaba el título el piloto que yo quería, aunque no pudiese ser en Ferrari) haciendo las américas y teniendo que soportar  de nuevo como ganadores a Prost y a Senna. Dos genios del volante que jamás contaron con mi cariño.
El caso es que Prost, con el aplastante Williams Renault FW15 tenía el arma definitiva, y Senna era, a priori, su único rival con su excelente y sencillo Mclaren Ford Mp4/8. Rival para algunas carreras. Del título ni hablar.
Así que tuve que hacerme del único que podía inquietarlos, y ese no era otro que Michael Schumacher, el cual me enamoró con su impresionante actuación a lo largo del GP de España, en una demostración de fuerza y dominio sin igual. Al menos eso me pareció a mí cuando remontaba en la fase final de la carrera.
Así que me hice fan del Kaiser desde entonces, por tanto lo apoyé en 1994 en su carrera hacia el título en esa dramática y rocambolesca temporada (ver artículo).






Y llegó 1995, y llegó a Benetton un piloto que me caía muy, pero que muy bien, y que había hecho grandes cosas con coches modestos, Johnny Herbert. Y Schumacher lo machacó, Johnny no lo supo aceptar –y yo tampoco- buscando excusas dónde no las había, Schumacher tuvo alguna que otra declaración salida de tiesto -¿y quién no?- y aparte de alguna que otra maniobra al límite tuvo la desfachatez, la caradura, la falta de decoro, la… de ganarle a Jean Alesi la carrera de Nurburgring. Carrera en la que Jean los barrió a todos bajo la lluvia con su Ferrari cargado hasta los topes de gasolina. En seco, el superior Benetton de Schumi con ruedas más nuevas -ya que hizo tres paradas,  por una de Alesi, que además duró 16 segundos-fue irresistible para el Ferrarista que perdió el mando a tres vueltas de la meta.

De modo que sumando todo le tomé de nuevo “odio” al alemán este, que además fichó por una Ferrari  que largó a Alesi, todo un referente, un verdadero ídolo Ferrarista.  Y lo será por siempre, igual que el Kaiser






Un Alesi que no contento con su expulsión de Ferrari, ni tampoco con ciertas declaraciones del Kaiser que daba a entender que parte de los problemas de Ferrari venían de sus pilotos, hizo a Jean decidirse a darle un empujoncito  a Schumi en la última cita del año, en Adelaida, en la que fue la única maniobra antideportiva de su carrera. Porque Jean era y es todo un caballero, pero en Adelaida estalló y dio un “capón” a su rival.

Llegó 1996 y para mí era lo siguiente: si Schumi ganaba, bien porque ganaba Ferrari. Y si no ganaba, al menos se jodía el Kaiser. Eso hasta que llegaron las victorias. No la primera, bajo el diluvio en España, sino las de Spa y Monza. El Kaiser recobró todo mi apoyo y se ganó mi corazón ya para siempre. Desde entonces siempre le apoyé. Incluso cuando no debí hacerlo, y lamenté, cuanto retornó a la F1 con Mercedes sin ser ya el que era, la pole de Mónaco 2012 que el reglamento le arrebató.
Fue gracias a él que por fin pude ver a mi querida Ferrari campeona de pilotos de una vez por todas, y no sólo una única vez, sino cinco.






Así que los que me conocen personalmente si leen esta crónica ahora  ya saben que no siempre “odie” a Schumacher. No es tan simple. Claro que de no haber fichado Schumi por Ferrari puedo asegurar casi con total certeza no me interesaría ni pizca. Pero eso se lo puedo aplicar a la casi totalidad de pilotos que me gustan, de modo que…
Y llegó aquel fatídico día de hace dos años en el que el mundo nos arrebató cruelmente a Schumacher. Un accidente que en principio parecía no revestir gravedad alguna, pero que en menos de 24 horas dio un dramático giro de 180 grados.
La fatalidad nos lo arrebató pero a la vez nos lo dejó.
 Schumacher permanece en coma desde entonces y el mutismo y la falta de información –pese a que estamos en la era de la sobreinformación- nos deja en un estado de frustración realmente insoportable.





2 comentarios:

  1. Excelente post, sensaciones análogas a las tuyas me acompañan. La desgracia fue la única fórmula.Que detuvo a Shumacher, me hubiera encantado verlo ganar en Le mans, en el Dtm.Siempre será para mi el mejor de la historia de mis emociones.

    ResponderEliminar