El Kaiser y yo
Ahora que se han cumplido dos años de su dramático accidente
os voy a hablar de lo que fue para mí Michael Schumacher, el Kaiser.
Los que me conocen
personalmente creen que yo “odiaba” a Schumacher hasta que ingresó en Ferrari,
siendo entonces y sólo entonces cuando lo adoré. Nada más lejos, y a la vez
cerca, de la realidad. Eso sí, todo el mundo debe saber que cualquier piloto
que entra en la Scuderia sufre una redención y se le perdonan todos los pecados
anteriormente cometidos. Luego, dependiendo de su actitud, entrará o no en el
cielo Ferrarista. El Kaiser lo logró con creces.
Para empezar, y en mi descargo, decir que yo no soy en
realidad un seguidor de pilotos, y que de entrada suelo aborrecer a todo aquel
que llega rompiendo moldes y con todo el beneplácito de prensa y público. Cómo
Senna, Alesi o el mismo Schumi, sólo por citar a algunos. Este año le tocó a
Verstappen…
Algún día explicaré mi retorcido sistema de valores para
pilotos, tan retorcido que ni yo mismo entiendo del todo.
A Michael Schumacher lo conocí cuando empezó a correr con
Mercedes en el mundial de Sport-Prototipos en el programa de jóvenes promesas
que tenía Mercedes. Junto a él estaban
Karl Wendlinger, Fritz Kreutzpointner y Heinz Harald Frentzen.
De los cuatro, con el que más me quedé fue con Schumacher,
simplemente porque se llamaba –apellidaba- igual que el portero de la selección
alemana, que por cierto, me gustaba mucho.
No pareció destacar mucho Schumi en los Sports, al menos
para mí. Pero para eso había que seguir bien las carreras, no sólo las
clasificaciones, algo que entonces era poco menos que una quimera a menos que
fueses periodista y, aparte de ir al circuito, tuvieses una lista de tiempos
vuelta a vuelta. El hecho de competir contra viejas glorias, muchas de ellas
estrellas frustradas de F1, tampoco ayudaba a que yo lo valorase como merecía.
Schumi también corrió en la F3000 japonesa y ganó a la
emergente estrella finlandesa Mika Hakkinen el prestigioso GP de Macau de F-3.
Por cierto, que su triunfo en Macau fue con colisión con Mika incluida.
Debutó brillantemente
en el GP de Bélgica de 1991 con Jordan, en el que sería su GP fetiche, pese lo
acontecido ahí en 1998 (ver artículo).
Era el GP que nadie quiso ganar (se lo llevó finalmente
Senna pese a quedarse sin 1ª y 2ª velocidades). Schumacher deslumbró en los
entrenamientos, pero en carrera no iría muy lejos al achicharrar el embrague en
la salida. Mansell, Alesi y Prost abandonaron y Senna, Berger
y Patrese tuvieron problemas. Esto permitió al compañero de Michael en
Jordan, Andrea de Cesaris luchar por el triunfo. Lo que da lugar a pensar que tal vez Michael hubiera logrado repetir la
hazaña de Giancarlo Baghetti en el GP del A.C.F. de 1961, es decir, debut con
victoria, en caso de no haber abandonado.
Ya en el siguiente GP, el de Italia, lo corrió para
Benetton, dónde doblegó a su nuevo compañero , el tricampeón mundial Nelson
Piquet, al lograr la 5º posición. Un Nelson que celebraba su 200 GP y que fue
6º.
Llegó 1992 y Schumi siguió en Benetton, esta vez con Martin Brundle como compañero de equipo. Logró en Méjico su primer podio y en Bélgica su primer triunfo. No me preocupaba, ni me gustaba el alemán este… de momento.
Pero llegó 1993, con la Scuderia sin levantar cabeza tras su
lamentable año 1992 y sin mi querido Mansell, campeón en título (primera vez
que ganaba el título el piloto que yo quería, aunque no pudiese ser en Ferrari)
haciendo las américas y teniendo que soportar de nuevo como ganadores a Prost y a Senna. Dos
genios del volante que jamás contaron con mi cariño.
El caso es que Prost, con el aplastante Williams Renault
FW15 tenía el arma definitiva, y Senna era, a priori, su único rival con su
excelente y sencillo Mclaren Ford Mp4/8. Rival para algunas carreras. Del
título ni hablar.
Así que tuve que hacerme del único que podía inquietarlos, y
ese no era otro que Michael Schumacher, el cual me enamoró con su impresionante
actuación a lo largo del GP de España, en una demostración de fuerza y dominio
sin igual. Al menos eso me pareció a mí cuando remontaba en la fase final de la
carrera.
Así que me hice fan del Kaiser desde entonces, por tanto lo
apoyé en 1994 en su carrera hacia el título en esa dramática y rocambolesca
temporada (ver artículo).
Y llegó 1995, y llegó a Benetton un piloto que me caía muy,
pero que muy bien, y que había hecho grandes cosas con coches modestos, Johnny
Herbert. Y Schumacher lo machacó, Johnny no lo supo aceptar –y yo tampoco-
buscando excusas dónde no las había, Schumacher tuvo alguna que otra
declaración salida de tiesto -¿y quién no?- y aparte de alguna que otra
maniobra al límite tuvo la desfachatez, la caradura, la falta de decoro, la… de
ganarle a Jean Alesi la carrera de Nurburgring. Carrera en la que Jean los
barrió a todos bajo la lluvia con su Ferrari cargado hasta los topes de
gasolina. En seco, el superior Benetton de Schumi con ruedas más nuevas -ya que
hizo tres paradas, por una de Alesi, que
además duró 16 segundos-fue irresistible para el Ferrarista que perdió el mando
a tres vueltas de la meta.
De modo que sumando todo le tomé de nuevo “odio” al alemán
este, que además fichó por una Ferrari que largó a Alesi, todo un referente, un
verdadero ídolo Ferrarista. Y lo será
por siempre, igual que el Kaiser
Un Alesi que no contento con su expulsión de Ferrari, ni
tampoco con ciertas declaraciones del Kaiser que daba a entender que parte de
los problemas de Ferrari venían de sus pilotos, hizo a Jean decidirse a darle
un empujoncito a Schumi en la última
cita del año, en Adelaida, en la que fue la única maniobra antideportiva de su
carrera. Porque Jean era y es todo un caballero, pero en Adelaida estalló y dio
un “capón” a su rival.
Llegó 1996 y para mí era lo siguiente: si Schumi ganaba,
bien porque ganaba Ferrari. Y si no ganaba, al menos se jodía el Kaiser. Eso
hasta que llegaron las victorias. No la primera, bajo el diluvio en España,
sino las de Spa y Monza. El Kaiser recobró todo mi apoyo y se ganó mi corazón
ya para siempre. Desde entonces siempre le apoyé. Incluso cuando no debí
hacerlo, y lamenté, cuanto retornó a la F1 con Mercedes sin ser ya el que era,
la pole de Mónaco 2012 que el reglamento le arrebató.
Fue gracias a él que por fin pude ver a mi querida Ferrari
campeona de pilotos de una vez por todas, y no sólo una única vez, sino cinco.
Así que los que me conocen personalmente si leen esta
crónica ahora ya saben que no siempre
“odie” a Schumacher. No es tan simple. Claro que de no haber fichado Schumi por
Ferrari puedo asegurar casi con total certeza no me interesaría ni pizca. Pero
eso se lo puedo aplicar a la casi totalidad de pilotos que me gustan, de modo
que…
Y llegó aquel fatídico día de hace dos años en el que el
mundo nos arrebató cruelmente a Schumacher. Un accidente que en principio
parecía no revestir gravedad alguna, pero que en menos de 24 horas dio un
dramático giro de 180 grados.
La fatalidad nos lo arrebató pero a la vez nos lo dejó.
Schumacher permanece
en coma desde entonces y el mutismo y la falta de información –pese a que
estamos en la era de la sobreinformación- nos deja en un estado de frustración
realmente insoportable.
Excelente post, sensaciones análogas a las tuyas me acompañan. La desgracia fue la única fórmula.Que detuvo a Shumacher, me hubiera encantado verlo ganar en Le mans, en el Dtm.Siempre será para mi el mejor de la historia de mis emociones.
ResponderEliminarGracias, te agradezco el comentrio. Un saludo.
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