Stefan Johansson hizo vibrar a los tifosi
Era 1985 y veníamos de una temporada de dominio aplastante
de Mclaren TAG-Porsche, pero Lotus y, sobre todo, Ferrari, se habían puesto al
día –Williams lo haría al final de temporada- y esta fue apasiónate, con 5 equipos y 8 pilotos ganando carreras.
Una paranoia de Enzo Ferrari, que creyó que sus
turbocompresores alemanes KKK eran objeto de sabotaje –no lo eran- le hizo
cambiar a los Garret norteamericanos a final de temporada, y la velocidad y,
sobre todo, la fiabilidad del 156/85 desapareció dejando a Prost tan campante
camino al título.
En 1985 se continuaba con la limitación de combustible de
220 litros –no eran tan snob y gilipollas entonces como ahora, que miden la
gasolina en kilos- en carrera impuesta por la FISA el año anterior con el fin
de limitar –en carrera- la potencia de los coches. Para que luego digan: “antes
en la F1 se podía correr lo que se quisiera…”
Eso unido a que San
Marino era –y de correr hoy allí sería lo mismo- el circuito de mayor consumo
de los monoplazas, dio lugar a un fin de carrera de infarto –aunque no tanto
como en Mónaco en 1982- con muchos monoplazas quedándose secos con la meta a la
vista y con un ganador que no lideró vuelta alguna.
La carrera la mal vi gracias a TVE, que cuando conectaron ya
había abandonado, tras situarse en segunda posición y marcar la vuelta rápida absoluta
el ídolo local, el italiano Michele Alboreto con su Ferrari.
A partir de ahí la carrera fue de dominio absoluto por parte
de un tal Ayrton Senna y su precioso Lotus JPS, que salía en la pole, algo que
luego sería un habitual del brasileño, si no lo era ya.
El interés entonces, ya que Prost no acosaba al brasileño,
estaba en las luchas en medio del pelotón, en el que destacaba sobremanera el
otro ídolo, el casi desconocido Stefan Johansson, con el segundo Ferrari en su segunda carrera
con el equipo que, tras partir en una
nada destacable 15º posición de parrilla se iba abriendo camino con
adelantamientos espectaculares, marca de la casa.
Para cuando el Ferrari de Alboreto ya no estaba, en la
vuelta 22 -de 60- Johansson ya era 5º, que sería 4º tras pasar a Lauda en la
vuelta 36, y en la 49 se situó tercero tras un precioso y espectacular
adelantamiento al Lotus de Elio de Angelis en la Tosa y por el exterior que, de
haberlo realizado una estrella, todavía hoy se hablaría de él.
Prost cayó cuatro vueltas después y Senna tardó otras tres,
en la 56, al quedarse sin gasolina situándose Johansson líder por primera vez en su vida. ¡Y nada
menos que en Italia y con un Ferrari!
Pero no llegaría muy
lejos, él también se quedó seco, y Prost heredó el liderado y la victoria, que
luego perdería al ser descalificado por no dar el peso mínimo permitido.
Elio de Angelis logró así su segundo triunfo en la F1 esta
vez sin liderar vuelta alguna, y Prost se tomó con filosofía su
descalificación, aunque yo me pregunto si, de haber perdido el título, no lo
hubiese sacado a colación de vez en cuando como excusa, como hizo con la supuesta gasolina
ilegal de Brabham-BMW en 1983…
El caso es que ese GP fue el GP de Johansson, un piloto
bravo, de sangre caliente, en contraste con la fría que mostraba su latino
compañero, que pese a ser, como dijo Javier del Arco: “un buen segundo piloto
pero nada más” era todo un espectáculo, un John Watson sin suerte, ya que las
remontadas eran lo suyo, al no soler calificar bien. Claro que Wattie logró
consumarlas, y Stefan no, pero a cambio nos regaló muy a menudo los mejores
adelantamientos de carrera, adelantamientos a cuchillo, espectaculares,
espeluznantes…pero limpios.
Que pena que no lograse victoria alguna. La merecía.
Da gusto recordar estas cosas. Peña que no pudiera ganar...
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