viernes, 4 de enero de 2019

Mercedes F1 segundo periodo




                              Ganar sin pasión








¿Sin pasión dirán ustedes? Pues sí, sin pasión, como explicaré a continuación. Y así, sin quererlo, he hecho un pareado.
Es cierto que desde el primero hasta el último de los integrantes del equipo Mercedes de F1 son todos unos verdaderos apasionados, al igual que lo son los demás integrantes de los otros equipos, pero yo me refiero a Mercedes como marca en sí.
En F1 corren tres tipos de equipos: los que se dedican a la F1 de manera exclusiva -o cuasi-, como Williams, Force India, Mclaren, Red Bull; los constructores: Mercedes Benz, Renault y por último el tercero en discordia: Ferrari.
Dentro de los dos primeros grupos se permite todo, traducción: es igual como se gane, no importa el motor que se emplee ni tampoco dónde o quién construya el monoplaza. Esto no es así con Ferrari, que tiene que ser ella la que construya -y en Italia- tanto el monoplaza como el motor, lo contrario es un sacrilegio.
Esto debe quedar claro en el sentido de que Mercedes, como constructor, corre en F1 para vender coches, para revalorizar su marca, pero no tiene cultura de marca. La tuvo, pero ya no. Nada raro si tenemos en cuenta que pocos la tienen. En F1 Ferrari y para de contar. En otros ámbitos del automóvil, Porsche, Alfa Romeo, BMW y poco más.
Mercedes es una marca de prestigio, con mucha historia y modelos míticos. Arrasaba en competición durante los años 20 y 30, volviéndolo ha hacer en los 50 y, de no ser por el trágico accidente de Le Mans en 1955 que los hizo retirarse de la competición durante 30 años, a saber cuantas carreras y títulos más habrían podido ganar.



Mercedes W-125, con más de 600CV en 1937, fue durante muchos años el coche de competición más potente.




Mercedes tiene montones de modelos maravillosos que son historia viva del automovilismo en general y del automovilismo deportivo en particular, como los S, SS y SSK, el W-125, W-196, SL “alas de gaviota” y un largo etcétera. Pero ese aura de deportividad la han perdido con el paso de los años a favor de un prestigio basado en el señorío y la fiabilidad, una fiabilidad conseguida -en parte- gracias a la “indestructible” serie W-123 aparecida en 1975. Lo mismo que tiene ganado ese prestigio -a lo que también contribuye el hecho de ser una marca alemana- también tiene el sambenito de ser: “coche de viejo”, que por mucho que intenten quitárselo de encima con triunfos en competición y modelos deportivos -AMG-, no lo consiguen.
El por qué no lo consiguen no lo sé, pero para mí, el hecho de que sólo hagan ellos sus coches del DTM no ayuda.
Ya cuando ganaron Le Mans en 1989 y el mundial de Sport Prototipos en 1989 y 90 lo hicieron “copiando”. Todo era Sauber salvo el motor, que era un Mercedes V8 de 5 litros doble turbo inicialmente preparado de forma privada por Sauber y, a medida que el coche ganaba en competitividad, por Mercedes. Una Mercedes que iba dando más y más apoyo al equipo hasta que al final lo adquirieron.
En 1993 regresaron como motoristas a la F1 -y de rebote a la Indy- al comprar Ilmor, como socios de Sauber. De modo que los motores “no” eran suyos. Entiéndase no eran suyos porque los diseñaba y fabricaba Illmor en Inglaterra. Mercedes se limitaba a financiarlos y a dar soporte técnico. En la Indy, Ilmor hacía los motores para Chevrolet y, al ser comprada por Mercedes, estos fueron rebautizados con la marca de la estrella.



Cuando el Sauber se mostró como un proyecto ganador, Mercedes se apuntó.




Mucho tiempo después, Mercedes quiso competir en F1 con un coche completo, para lo cual adquirió el equipo Brawn -antes Honda, BAR y Tyrrell- con sede en Inglaterra, tras el fallido intento de hacerse con Mclaren. Mercedes, al igual que con Illmor, se limitó a dar apoyo financiero y organización, si bien en el tema de la hibridación la tecnología parte de ellos.
Lo que quiero decir, es que Mercedes, salvo en el DTM, ha regresado a la competición comprando otras empresas, lo cual es lícito, está muy bien y es más rentable. Pero pierde esencia, alma, carisma y, para los puristas, prestigio. Lo que hace Mercedes ahora lo hacen, en mayor o menor medida, la mayoría de las marcas, pero no es lo mismo ganar así que haciéndoselo todo uno mismo, como Toyota. Esta se lo hizo todo cuando entró en la F1 -y en los sports-, lo mismo que Renault cuando debutó en la F1 en 1977 -en su regreso compró Benetton, aunque los motores sí los hacían ellos, a diferencia de Mercedes- etc...
Lo que quiero decir es que Mercedes lo hace todo maravillosamente bien y no hay nada que objetar, al contrario. Pero puede hacer eso sin problemas no sólo porque al ganar a uno “se le perdona todo”, sino porque pese a ser una de las marcas más prestigiosas del mundo, no es una marca de culto. Y a las marcas de culto, con fieles seguidores -los puristas- no se les permiten este tipo de acciones.
Algunos dirán que, independientemente de la nacionalidad del constructor, esta puede poner su fábrica dónde le de la real gana, o comprar -o subcontratar-, al especialista que le apetezca, y tiene toda la razón, pero vuelvo a lo de antes, no es lo mismo.
Aunque ahora poco importe. En referencia a Mercedes, antes esta corría para demostrar las bondades -superioridad más bien- de la tecnología alemana. A día de hoy, con sus coches y motores fabricados en Inglaterra por especialistas -aunque los haya comprado y sean suyos-, no.



Mercedes arrasa en la F1, pero sin alma. Si se van, nadie los extrañará.




Claro que, al paso que vamos, con coches cada vez más estandarizados, con más restricciones -no sólo en competición- y con gente que busca exclusividad pero que acaba comprando lo mismo que el resto, esto cada vez importe menos. Por eso, entre otras muchas cosas, Mercedes nunca será Ferrari. Ahora los Mercedes que arrasan en F1 están hechos en Inglaterra, ¿y qué?

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