viernes, 13 de octubre de 2017

Ganar con el mejor coche



                            ¡Así cualquiera!








Frases como esta, o por el estilo, todos las hemos pronunciado en más de una ocasión y, aunque puedan ser ciertas -parcial o totalmente-, realmente son una clara muestra de nuestro desafecto, nuestro disgusto, con el ganador. Damos a entender no sólo que ha ganado por tener el mejor coche, sino que “el nuestro” de haberlo tenido, le habría ganado a igualdad de condiciones.
Frases como: “que le den un Minardi a ver que hace” o “con ese coche gana cualquiera” son también aplicables a esta situación.
Y es que esa es una de las “ventajas” del deporte del motor, que al no depender el deportista -en este caso el piloto- sólo de sí mismo, a diferencia del atletismo, ciclismo, natación, etc... uno puede echarle la culpa al empedrao. O sea, al coche. ¡Pero si hasta se hace a igualdad de máquina, entre compañeros de equipo! No es la primera vez que se dice -y se queda uno tan campante- que el equipo da un coche bueno a un piloto y al otro no, como si un equipo fuera a hacer un coche bueno y uno malo. No tiene sentido. A Schumacher se las cargan todas, nadie duda de su talento -pero sí de su enorme talento- porque son muchos los que se piensan que Ferrari y Benetton le daban a él mejor coche que a su compañero. Cuando faltó por sanción dos GGPP en 1994 y seis en 1999 por lesión, quedó bien claro para quien quisiera ver, lo bueno que era Michael Schumacher, ya que sus compañeros no lograron acercarse a sus registros ni de lejos, y ahí ya no se podía decir que no había coche bueno, a menos que uno quiera creerse ya, para redondear el esperpento, que lo dejaron en fábrica. En el caso del Benetton la cosa era aún más divertida, ya que según muchos, era el Benetton de Schumi el único con control de tracción y ¡suspensión activa! Al margen de que todo esto es falso, ya puestos a hacer trampa, lo lógico sería que todo esto estuviese en los dos monoplazas, ¿no? Por favor.



Con el FW15 de 1993 ganar era casi un juego.



Y es que el factor máquina es lo preponderante en el deporte del motor. En la F1 es, más o menos: 70% coche, 30% piloto. Y no hay más cera que la que arde. Y es así desde siempre, desde tiempos inmemoriales, desde antes de la creación del campeonato del mundo. ¿De qué si no se habla del dominio de Mercedes y Auto Unión en los años 30 sino por la superioridad de sus máquinas? Pues eso.
Los coches buenos están arriba, los medios en el medio y los malos atrás, y eso no lo cambia ni el más dotado de los pilotos, punto.
El campeón del mundo de F1 siempre es la mejor combinación coche-piloto, por lo tanto, muchas veces el piloto campeón no es el mejor. ¿Quiere esto decir que el mejor coche siempre sale campeón? En constructores sí -aunque siempre puede haber una excepción- , pero no necesariamente en pilotos. No sería la primera vez que un gran piloto suple con su talento las deficiencias mecánicas siempre y cuando, eso sí, estas no sean muy grandes.
Evidentemente, con el Alfa de 1950, Lotus de 1978, Mclaren de 1988-89, los Williams de 1992-93, los Ferrari de 2002 y 2004 o los Mercedes de 2014-16 -y hay más ejemplos-, la práctica totalidad de la parrilla se hubiera proclamado campeona del mundo, pero este año, con el Mercedes -que es el mejor coche pero no por mucho- de no tener los de la estrella a Hamilton en sus filas, es muy probable que el título se fuese a manos de Vettel pese a sus últimas pésimas carreras. Y es que cuando el margen no es muy grande, entra en juego el talento del piloto para igualar marcadores.
Casos así ha habido muchos: Fangio en 1957, Surtees en 1964, Hunt en 1976 -accidente de Lauda-, Prost en 1986, Senna en 1991, Schumacher en 1994 y 2000, etc...



El Renault era el coche más veloz de 1982 de largo, pero rara vez consumaba.



Claro que uno debe preguntarse entonces qué es el mejor coche: ¿el más rápido o el más fiable? Un compendio de las dos. Cuando la cosa es ajustada, todo se decide por detalles, pero hay veces que el coche más rápido no hace más que romperse y, en ese caso, es difícil aguantar hasta el final.
En 1982 Keke Rosberg ganó con el tercer mejor coche, a lo mejor ni eso en cuanto a velocidad, pero de fiabilidad era de lo mejor. El Renault era el más rápido de largo, tanto es así, que si el campeonato se hubiese decido por la clasificación en parrilla, por el tiempo de vuelta rápida, o por la clasificación a mitad de carrera, Renault y Prost siempre saldrían campeones con holgura, pero como las carreras hay que acabarlas además de ser rápidos, pues no hicieron nada. El Ferrari era el mejor coche, casi tan rápido como el Renault pero mucho más fiable. Sin los accidentes de sus pilotos, la Scuderia habría repetido lo de 1979, es decir, 1º y 2º en pilotos más título de constructores. Pero pasó lo que pasó y Rosberg, con una sola victoria -y pole- se hizo con el entorchado. Eso sí, nadie ganó más de dos.
En 1991, a partir de la quinta carrera, el Williams FW14 se convirtió en el coche más veloz, pero el tiempo perdido de puesta a punto las cuatro primeras carreras -con varios abandonos-, el que el Mclaren fue rapidísimo en Hungría y Japón, que el Williams siguió fallando más a menudo que el Mclaren, más el inconmensurable talento de Senna, dieron el título con facilidad al astro brasileño. Y es que si bien el Williams fue el mejor coche de 1991, lo fue por poco, ya que no lo fue desde el principio y tampoco consiguió una fiabilidad como la de su competidor. Y si a este le sumas a Ayrton Senna, poco más hay que añadir. Se podría decir que Williams llegó tarde en 1991, al igual que le pasó en 1979 que, cuando tuvo a punto el FW07, Ferrari ya era inalcanzable.



El Williams se mostró como el mejor coche al final de 1979, pero tarde para alcanzar a Ferrari.



Todo esto viene a cuento de las críticas que reciben ultimamente Hamilton y Vettel: que si sólo ganan por disponer del mejor coche, que Rosberg batió a Hamilton el año pasado, o Ricciardo a Vettel en 2013. Poner en duda el talento de estos dos grandes pilotos está fuera de lugar. Nadie va a negar los hechos de 2013 y 2016, pero eso no es una vara de medir objetiva. En el caso de Hamilton, compartió muchos años equipo con Rosberg y los datos hablan por sí solos; en cuanto a Vettel, una sola temporada no es definitiva. Es como si decimos que Ricciardo es mejor que Verstappen porque lo va a machacar a puntos este año. Ya sabemos que tanta diferencia no se debe sólo al talento del australiano. Pues lo mismo en 2013.
De Vettel, al que se le achacan ganar cuatro títulos con el mejor coche de largo, habría que recordarles que su primer título, el de 2010, lo logró perdiendo dos victorias meta a la vista por problemas mecánicos, amén de su garrafal fallo en Turquía, en la que perdió la victoria al chocar con su compañero al ir a adelantarlo, haciéndolo abandonar -él fue tercero-, y que en su lucha contra su compañero de equipo, este le restó puntos. Eso quiere decir que, solamente habiendo ganado en Barhein y Corea, tendría 50 puntos más en su bolsillo y Alonso, que heredó ambas victorias, 14 menos. Vamos, que se dejó por falta de fiabilidad 64 puntos. Creo que se mereció el título tanto como Alonso o Webber. Claro que Alonso bregó con un peor coche, sobre todo menos rápido, pero la fiabilidad jugó a su favor para compensar y, si no tuvo que luchar contra Massa, es simple y llanamente porque fue infinitamente mejor. Por otro lado, Vettel, el entonces niño mimado de RB -ahora lo es Verstappen- gozó de un apoyo por parte de su equipo, que lo dejó luchar hasta el final, muy bueno para la competición pero no muy razonable para ellos, ya que de haber apoyado a Webber, que fue por delante la mayor parte de la campaña, habrían tenido más fácil la consecución del título. Al final ganaron, pero lo cierto es que se la jugaron. Les podía haber salido rana, como a Mclaren en 2007 o a Williams en 1986.



Hamilton y Vettel son dos grandes pilotos cuyos méritos a veces, no son reconocidos como merecen.



En 2012, Alonso, con un coche menos veloz -el tercero de la parrilla tras RB y Mclaren- y al que se llevaron puesto dos veces en la salida -Bélgica y Japón- mereció mucho más el título, pero así es la vida.
En resumen, que muchos pilotos han ganado con el mejor coche, pero no por ello sus méritos son menores. Ascari en 1952-53 dispuso del mejor coche de largo, pero arrasó y doblegó a todos sus compañeros -no sólo a uno-, Senna ganó sus títulos con el mejor coche de largo en 1988, y con el mejor -a la par del Ferrari- en 1990 -de 1991 ya hablé- y, en 1989, con el mejor monoplaza, perdió -aunque mereció ganar-, y nadie por ello lo critica ni nada por el estilo. Es considerado para muchos, el mejor piloto de la historia. Razón no les falta, aunque tal vez eso sea decir demasiado. Yo lo pongo, que no es poco, entre los mejores de la historia junto a Fangio, Clark y Schumacher.
Otros buenos pilotos, como Andretti, Fittipaldi o Jacques Villeneuve, fueron campeones por ser buenos pilotos y por disponer de buen material y luego, cuando no lo tuvieron, desaparecieron de los puestos de cabeza, pero no por ello dejaron de ser grandes pilotos. Y es que como he dicho, la máquina es lo más importante. Y no sólo ha de ser rápida, sino que debe acabar las carreras.



Otro ejemplo: Phil Hill se hizo con el título en 1961 con el mejor coche -luchando con sus compañeros- para luego desaparecer. El talento y la calidad siempre estuvieron ahí, la máquina no.



Ejemplos podría poner más, pero creo que con estos vasta y sobra. Sin duda que cuanto más parejos son los coches, más importancia cobra el piloto, por eso el dicho de que al primero que tienes que ganar es a tu compañero de equipo, porque ahí no hay excusa que valga.  

1 comentario:

  1. 2005 sería otro ejemplo. El Mclaren era el más veloz pero no acababa.

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