martes, 11 de octubre de 2016

María de Villota




Tres años hacen hoy de la muerte de María de Villota en un hotel de Sevilla, ciudad en la que se encontraba para dar una conferencia, por las lesiones sufridas más de un año antes probando un F1. Fue un día triste no sólo para los seguidores del mundo del automovilismo -y el deporte en general- sino para todos, porque María era una persona muy querida, entrañable.
Me enteré de su muerte el mismo día nada más levantarme, justo antes de ver un resumen de los libres del GP de Japón, en los que su amigo Antonio Lobato recibió en directo la noticia y la contó -como es lógico- notablemente afectado.
Como muestra de los deshumanizada que está la F1 actual, está el hecho de que a los pilotos no les dejaron hacer un minuto de silencio en su honor antes de la salida. Y eso a pesar de que Jean Todt, presidente de la FIA, estaba a favor de ello. Lo tuvieron que hacer en un garaje a título particular. Casi parecía que lo estaban haciendo clandestinamente.

A María la conocí tarde, algo habitual en mí ya que no sigo las fórmulas de promoción, aunque con ese apellido, ya sabía que “de casta le viene al galgo” porque a Emilio De Villota, su padre, lo conocía de cuando hacía lo imposible por correr en F1.
Como anécdota divertida un año, corrían los 80, expusieron en Orense el Williams con el que De Villota corría en F1 -¿o era el de la Fórmula Aurora que ganó en 1980?- en un banco. Me entró entonces la duda de si de mayor iba a ser piloto de F1 o camionero. Justo ese día, además, vi una tractora Pegaso de tres ejes que llevaba un semiremolque con otros tantos, algo muy raro de ver entonces, que me encantaba y yo, inocente de mí, ¡no sabía por que decidirme!
Volviendo a María, tuve la oportunidad de verla en TV batiéndose el cobre en ese campeonato de monoplazas, “superleague fórmula”, en la que representaba al Atlético de Madrid en una carrera en el Jarama. Y lo hizo fenomenal, acabando en séptima posición con una espectacular lucha rueda con rueda al final.






Luego vinieron sus pruebas en Lotus, su paso a Marussia como piloto de pruebas...¡y su desafortunado accidente!
Porque eso es lo que fue, un desafortunado accidente en el que lamentablemente, el equipo de lavó las manos. Y no, no me malinterpreten, no estoy buscando culpables, pero es que ningún piloto que se sube a un F1 puede cometer tan fatal error en condiciones normales. Algo hubo, fallo del coche, mala información del equipo a la piloto que pudo tocar dónde no era, etc...
Eso al margen de que el camión no debía estar ahí, y menos con la rampa abierta.
Claro que en este mundo tan buenista, dónde no se da la cara por temor a represalias y en el que nadie se hace responsable de sus actos, uno puede entender -que no estar de acuerdo- que Marussia callara cobardemente.
¿Y si hubieran dicho que hubo un fallo en el coche y que éste aceleró el solito al, por ejemplo, entrarle el sistema anticalado?  En ese caso tal vez alguien -la familia Villota seguro que no- hubiera querido llevar a los dirigentes de Marussia a juicio por el accidente. Y eso tampoco.
Lo que quiero decir es que María se subió a ese coche porque quiso, porque amaba ese deporte, y que el accidente fue mala suerte, independientemente de las causas o de que pudiera haberse evitado. Hay que averiguar las causas, sí, pero no buscar culpables para castigarlos, ya que hay que aceptar las reglas del juego. De esto ya hablé más veces, como por ejemplo en el artículo de Mark Donhoue.
Por este accidente María perdió un ojo salvando la vida de milagro.
Se acabó su carrera de piloto, pero no sus ganas de vivir. Se casó, colaboró con Antena 3 en los previos de las carreras de F1, se centró en mejorar la seguridad vial y escribió un libro, del cual iba a hablar en Sevilla el día de su muerte.
Su familia, en una demostración de entereza que todavía emociona dijo: “ queremos dar las gracias a Dios por habernos dejado disfrutar un año y medio más de María antes de llevársela”.
Y se le puede aplicar a ella lo mismo que dijeron los seguidores de Nuvolari cuando este murió: “Ahora correrá más deprisa por las carreteras del cielo”

Amén.



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