Ahora me ves, ahora no me ves
Hace poco salió la noticia de que
Adrián Newey dejaba Red Bull, pero por lo visto era un paso -de
nuevo- atrás, exactamente como hizo a finales de 2014. De hecho, su
fichaje por Red Bull de cara a 2006 abandonando Mclaren, vino
motivada por su necesidad de más espacio para poder dedicarse a
otros proyectos, como el famoso barco para la copa América, del que
nunca más se supo.
En Red Bull encontró la libertad que
tanto anhelaba y pudo pasar a un segundo plano, como dije, en 2014.
Volvió la campaña anterior al frente, en lo que muchos celebraron
-de manera un poco optimista- como el regreso de Red Bull a lo más
alto. Y ahora, de nuevo a la sombra.
Esta noticia ha hecho que algunos
volviesen al recurrente tema Newey-Ferrari, dando por sentado que los
Ferraristas no sólo estamos deseosos de la entrada de Adrián a
Maranello, sino que él es nuestra mejor -o única- posibilidad de
éxito a corto plazo. Sin duda sería bienvenido, pero ya dejó claro
que no quería ir a Italia y, francamente, tonterías las justas.
Bastante se hizo cediendo en los 80 a los caprichos de Barnard,
poniendo a su disposición una oficina en Inglaterra, la famosa GTO
-nada que ver con el coche- de Guilford. Total, para nada.
Junto a Patrick Head, artífices ambos, de los éxitos del equipo Williams en los 90. |
O sea, que si quiere venir, genial,
pero de rogarle de rodillas, nada. Además, si bien me parecen muy razonables sus razones, ¿quién me dice a mí que su negativa, mas
que por vivir en Italia, es por temor al fracaso, a la presión? No
nos engañemos, aunque a Newey se le “perdona” todo, no es lo
mismo trabajar para Ferrari, que para el resto de equipos. ¿A quién
le importa que pierdan Red Bull, Mclaren, Mercedes, etc...? A nadie,
por tanto, si no hay éxito ahí -o éxito inmediato- pues vale, “no
problemo”. Pero en Ferrari no hay excusas, así de simple. Tal vez
no quiera aceptar el reto.
Sea como sea, son suposiciones, sin
más. Alguien tiene que ser crítico con Adrián, ya que pocos lo
son.
Al bueno de Newey no sólo se le
justifica cuando no gana -toda la culpa estos últimos cuatro años
es de Renault- sino que se olvidan sus fracasos: Mclaren Mp4/18 y 19,
amén de ser aplastado por el rodillo
Schumi-Byrne-Branw-Todt-Martinelli, en lo que fue el mejor equipo de
la historia de la F1. También se le atribuyen méritos que no son
suyos, o no sólo de él, como los Williams de 1991 hasta 1997
-diseñados entre Patrick Head y él- o la suspensión activa que,
aparte de no ser idea suya, su desarrollo en los Williams de los 90
corrió a cargo de Paddy Lowe.
Parece que le pasa un poco como a Colin
Chapman, que se atribuía, o le atribuían, el mérito de otros: dijo
que el chasis monocasco del Lotus 25 de 1962 lo dibujó en una
servilleta en un momento de inspiración, pero ya en 1954 Gilbert
McIntosh y Frank Costin (hermano de Mike, el de Cosworth) habían
diseñado uno que él desestimó, el Lotus 72 con forma de cuña fue
un diseño de Maurice Phillipe y el coche ala fue una idea de Peter
Wright, lo mismo que el Lotus 88 doble chasis.
Saco esto a colación porque me parece
interesante. Es bueno saber de dónde vienen realmente las cosas,
más allá de los genios a las que van asociadas.
Junto al March, en el que se dió a conocer como gran aerodinamicista, a finales de los 80. |
Adrián Newey, ADRIÁN NEWEY así, con
mayúsculas, es para muchos, EL INGENIERO, como si no hubiera otros
pero, por bueno que sea, hay otros también muy buenos y capaces,
aunque no tan famosos, con tanto nombre y empaque.
El defenestrado de Ferrari, Aldo Costa,
está en Mercedes, equipo que está arrasando estos últimos cuatro
años, y no sólo por el motor, motor que tienen otros equipos,
(Mclaren lo tuvo en 2014 y fracasó) y es de justicia pensar que él
también hace algo bien. Y no sólo él, también los ingenieros
de otros equipos y de la propia Red Bull -Newey aparte-, sin ir más lejos.
Le deseo lo mejor a Adrián Newey, que
si quiere venir a Ferrari, sería recibido con los brazos abiertos,
pero si no, no hay problema, no es el fin del mundo.
Bibliografía: Motor Clásico 354
(marzo 2018) y el libro “Colin Chapman the Wayward Genius” de
Mike Lawrence.
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