Un mal precedente
Mark Donohue nacido el 18 de marzo de
1937, fue un gran piloto-ingeniero, título que obtuvo en la
universidad de Brown en 1959. Polifacético como pocos, corrió con
éxito en varias disciplinas: Tras Am, Nascar, Indycar, Can Am,
Mundial de Resistencia, IROC y F1, entre otras.
En 1969 ganó las 24 horas de Daytona y
el mundial de resistencia junto a Chuck Parsons y un Lola T70 del
equipo Penske.
Ganó las míticas 500 millas de
Indianápolis en 1972 con un Mclaren y en 1973 el la Canadian
American Challenge Cup, la Can Am vamos, con el monstruoso Porsche
917/30 de más de 1200CV -algunos le dan hasta 1500- el coche de
competición más potente de la historia.
Para los Ferraristas como yo es
recordado por el mítico Ferrari 512M chasis 1040 modificado por el
equipo Penske, con su inestimable colaboración, que según Forghieri
era el mejor preparado de todos los 512. Con las culatas modificadas
por Traco -empresa especializada en motores de Penske- consiguió más
potencia que los 512 de fábrica y era el sport más veloz de todos
ese año, 1971. Más que los 917, salvo en Le Mans. Donohue y Penske
ganaban tiempo en la pista y fuera de ella, con repostajes más
veloces y comunicaciones al box vía radio, siendo pioneros en ello.
Donohue realizó la mayor parte de su
carrera profesional como piloto de Penske allá donde corriera el
gran constructor americano Roger Penske. Sí, ese, el de los
amortiguadores. Corrió para él desde 1966 hasta el de 17 de agosto
de 1975 en Austria durante la celebración del GP de F1 al volante de
un March 751 del equipo Penske. Murió tres días después.
Y lo que sucedió después es lo que
quiero comentar, ya que su viuda demandó a Penske, Goodyear y a
Bell.
A continuación copio lo que se
escribió en 1984 sobre el caso en: “El libro del año del
automovilismo deportivo 4tiempos 1984/85”
Donohue y el March 751 del equipo Penske |
“Mark Donohue murió el 20 de
agosto de 1975 a consecuencia de las lesiones sufridas tres días
antes durante la sesión de precalentamiento del Gran Premio de
Austria cuando su coche se salió de la pista en la entonces
rapidísima curva a derechas Hella-Licht a raíz de lo que,
irrefutablemente, parece que fue un fallo de su neumático delantero
izquierdo.
Casi nueve años más tarde, un
tribunal de Rhode Island, Estados Unidos, condenaba a la firma
multinacional Goodyear, fabricante del neumático en cuestión, a
pagar a la viuda de Donohue 9,6 millones de dólares más los
intereses del 12% anual acumulados desde el día del accidente hasta
el veredicto, en total 19,6 millones de dólares, casi 3000 millones
de pesetas.
Este sorprendente desenlace ha sido
posible, en principio, debido al particular sistema jurídico
norteamericano, tantas veces motivo de asombro para nosotros en las
pequeñas y grandes pantallas y que ha originado en Estados Unidos
una inmensa oferta de seguros contra las más inverosímiles
sentencias de los tribunales. Una de las cuales ha sido,
precisamente, esta.
Mario Andretti, Niki Lauda y Dan
Gurney declararon como testigos y expertos en el tema. Todos ellos
estuvieron de acuerdo en que los neumáticos, al igual que el 90% de
componentes de un coche de carreras, son experimentales; en que los
pilotos de carreras aceptan el riesgo de su profesión; que las
compañías fabricantes de componentes ponen a su disposición el
mejor material de que disponen; y en que si algo falla, es parte del
juego, un riesgo calculado. Pero sus palabras se perdieron entre la
brillantez oratoria de la jurisprudencia.
El tribunal de Rhode Island y los
seis jurados lo vieron de distinta manera y ahora queda pendiente
sobre el automovilismo mundial una temible espada de Damocles. Bell
Helmet, fabricante del casco que llevaba Donohue y contra el que fue
a dar uno de los postes de madera que aguantaban la tela metálica de
retención, prefirió en su día pagar los 75000$ a la viuda del
piloto y renunciar al juicio. Goodyear y Penske Racing, por el
contrario, optaron por seguir adelante en la confianza de que, como en
el caso de la demanda de Clay Regazzoni contra el circuito de Long
Beach, el piloto sería considerado como responsable de sus propios
actos.
No fue así y si bien Penske Racing
fue considerada por el juez como simple “consumidor” del producto
defectuoso y, en consecuencia, libre de cargos; Goodyear se encontró
con la desmesurada sentencia que ya sabemos...”
Y sigue, aunque sin
nada más que reseñar, salvo que Goodyear apeló, y perdió.
Saco esto a
colación por las recientes -o no tan recientes- reacciones
disparatadas cuando un piloto sufre un accidente, sobre todo si este
muere. En cambio, cuando le pasa a un comisario lo mismo, el pésame
de rigor y poco más.
Pero cuando es un
piloto, a buscar culpables -si es la FIA mejor- a cogérnosla con
papel de fumar y a no aceptar nuestras responsabilidades. Nadie
quiere reconocer -los que lo “reconocen” cuando pasa algo luego
ponen el grito en el cielo- que el automovilismo es un deporte de
riesgo y que no se puede controlar todo. Es lamentable que Adrian
Newey, Patric Head y Frank Williams fueran llevados a juicio por
homicidio por el accidente mortal de Senna. Desconozco si hubo juicio
por lo de Ratzenberger. En 2005 la lógica se impuso y fueron
absueltos.
He leído en redes
sociales quejas porque “los culpables de la muerte de Senna no
tuvieron castigo” y sin sentidos por el estilo. Como las duras
críticas contra la FIA por no parar el Gran Premio de Japón el día
del accidente de Bianchi. Me gustaría saber cuantos de los que ahora
protestan por la no detención, lo hicieron en el momento de esta,
quejándose de que los pilotos no corren en agua y demás, ya que la
pista estaba practicable. Eso sin contar que había un precedente de
lo peligroso de la grúa que nadie supo ver.
Esas críticas, esa
manera de buscar culpables y no querer aceptar las reglas del juego,
es lo que hace, en parte, que la FIA y los equipos en un momento dado
se laven las manos, temerosos de que, en caso de reconocer los
hechos, estos acaben sepultándolos.
Creo que en caso de
unas medios de comunicación y aficionados más serios, esto no
sucedería, y se darían los datos de la causa de los accidentes sin
temor, en lugar de recurrir al corporativismo.
Evidentemente hay
de todo, pero creo que por ahí van los tiros. Si queremos
automovilismo del bueno, carreras en agua y demás, debemos ser
consecuentes y aceptar los riesgos. Normal que Charlie Witting haga
el ridículo cuando caen cuatro gotas. Todo el mundo se queja, pero
luego, si hay un accidente, muchos de los que se quejan por que no da
la salida, luego serían sus más furibundos críticos.
Tal vez por eso -y
eso que creo que en este caso la familia Villota es ejemplar y no
entraría en ese juego- los dirigentes de Manor dijeron que no había
habido fallo alguno en el coche el día que María se la pegó contra
la rampa del camión. Aparte de que esa rampa debería haber estado
recogida, de hecho, no debería haber estado el camión ahí, lo
cierto es que un piloto profesional no pega un acelerón y pierde el
control entrando a boxes. Me huele a fallo mecánico. ¿Y que si lo
hubo? Son cosas de las carreras. Se reconoce y punto. Por lo visto
no, no vaya a ser. Pues creo que los Villota no habrían reclamado en
caso de decir la verdad los miembros de Manor. Pero esa es otra
historia.
En resumen, que hay
que aceptar los riesgos de este deporte, y el que no los quiera
aceptar, que no lo vea y, por supuesto, que no participe de una forma
u otra en él.
Coincido. Aunque no compararía los accidentes de Senna o Donohue con los de Bianchi o DeVillota. Dices en cuanto al de María "son cosas de las carreras"...qué carreras? Si estaba en un predio despojado de toda medida de seguridad con una guillotina al final del "box" (por llamarlo de alguna manera) esperando para cumplir su mortal destino? Y lo de Bianchi?? Se le cruzó una grúa de varias toneladas en plena carrera...es eso accidente o negligencia manifiesta?? Insisto, no son comparables
ResponderEliminarComparables son, porque son accidentes. Nadie supo ver lo de las grúas hasta que pasó lo que pasó y lo de María, muchas negligencias, cierto. Pero cuando te subes a un coche de carreras sabes, o debes saber que, al igual que en la vida, no existe el riesgo cero. Una cosa es buscar las causas de los accidentes para evitar, en lo posible, que se repitan, y otra muy distinta, buscar culpables.
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