miércoles, 1 de junio de 2016

Motores

Ferrari es sinónimo de F1 y de motores. Y dentro de ellos, destaca el V12, sin embargo sus mayores éxitos han sido con menos cilindros.




¡A la mierda...! que diría Fernando Fernán Gómez, y es que eso es lo que está pasando con los motores de F1 desde 2009, al menos. Y es una pena.
Es curioso que en la F1, el máximo exponente del mundo del motor a nivel mundial, por encima de cualquier otra especialidad, ya sean rallyes, raids, Nascar, MotoGP etc... el motor de esté cada vez más ninguneado.
Y es triste la falta de imaginación y ambición del nuevo aficionado, digo del nuevo porque si es veterano no tiene excusa, cuando pide, por no gustarle los nuevos y silenciosos V6 turbo, la vuelta de los V8 o los V10. Imagino que eso se deberá a que crecieron con esos motores, con esa estúpida normativa, y no se les ha ocurrido pensar que hay soluciones no sólo más válidas, sino mucho más excitantes.
A mi que siempre me han gustado los motores, el corazón del coche, más aún si es de carreras, me da mucha rabia ver como es tratado este.
De niño, al margen de las espectaculares siluetas de los deportivos, lo que más despertaba mi interés en un coche era su potencia y velocidad, "¿cuanto corre?" nos preguntabamos mirando su marcador.
¿Acaso soy el único al que le ocurría eso? Porque no lo entiendo. Vale que un coche son muchas cosas, pero la potencia -a mayor potencia mayor velocidad- es algo que creo nos gusta a todos. Es más, no creo que nadie compre un deportivo de magníficas cualidades dinámicas; estabilidad, paso por curva, frenada, precisión de dirección y cambio, etc... sino tiene un gran motor. Y el motor de un deportivo ha de tener caballos. Muchos. ¿Cómo fardar sino?
Por tanto, la normativa de limitar, y no digamos congelar, su desarrollo me parece deleznable.
¿A que jugamos? A ver si nos enteramos de una vez: la F1 no es un campeonato de promoción ni de pilotos, sino el máximo exponente del mundo del motor, donde triunfan la mejor combinación de coche y piloto. Y que nadie se escandalice si es el coche el preponderante en esta combinación.
70% coche y 30% piloto, más o menos. Lo de 50-50 ni pa chus, ni ahora ni nunca.
Pero parece que a nadie le importa el motor. Puedo entender una limitación de este de vez en cuando para contener costes, incluso, y como excepción, una congelación en caso extremo y para salvar la categoría. Pero nunca por sistema. Nadie habla de limitar las piezas aerodinámicas, ni horas de túnel de viento, ni nada. Sólo el motor.
¿Por qué? En mi opinión porque el 90% o más de los participantes de F1 no se hacen el motor. Son equipos que lo compran -o se asocian- a un fabricante. Como si fuera una rueda, un espejo, un embrague o una llanta. No se considera al motor más que una pieza, y claro, cuando esta resulta determinante, muchos se quejan.
Los equipos están obligados a construir sus propios coches -chasis- sin embargo los motores se pueden comprar. No me parece mal la cosa, lo que sí me parece mal es que para mantener a estos equipos contentos, se le pongan piedras en el camino una y otra vez a los motoristas. Pues no, el motor no es una “pieza más” del coche, y ha de tratárselo con el respeto que merece. Si se quiere limitar su desarrollo y demás, de acuerdo, pero lo mismo para el chasis y la aerodinámica de los monoplazas.



Renault introdujo el turbo en la F1, y la historia cambió para siempre.




Respecto a la normativa actual de motores, liberalizada un poco, creo que se están emocionando demasiado los de la FIA. Dicen que van a dejar desarrollar el motor pero, a la vez que hacen eso, limitan todavía más el número de motores por temporada. El año que viene serán tres. Así mucho no se puede evolucionar. Se debe ser más flexible, y permitir al menos, un motor cada tres carreras. Así se puede evolucionar como es debido.
No se me ocurre que la FIA diga: “mismo tipo de alerones durante 5 GPs” pues lo mismo.
Respecto a los que piden la vuelta de los V10 o V8 debo decirles que se equivocan, que han de abrir la mente y no pedir sólo eso. Hay que pedir la liberalización de los motores, que cada motorista decida el numero de cilindros de sus propulsores, como antaño.
Hace años, un “iluminado” dijo la insensatez: “hay que limitar los motores de 3 litros a arquitéctura V10 para evitar que un motorista desarrolle un V8 para Mónaco y Hungría y un V12 para Hockenheim y Monza, ya que sería carísimo”
Esto sucedió a principios de siglo y cuando Hockenheim todavía era un trazado rápido. No es la primera vez que una memez cala y se enquista. Parece que nadie cayó en la cuenta de que hacer eso era dificilísimo, y que difícilmente nadie se aventuraría a algo semejante y que, de hacerlo, seguramente fracasaría. Claro que como reto es fantástico, y si alguien triunfara ahí sería la leche ( y todavía más caro), ya que al desarrollo de dos -o tres- motores habría que añadir el adaptarlos al coche y demás.
¿Pero es que nos hemos vuelto tontos o qué? Sí queremos evitar eso, basta y sobra conque el organismo rector diga: “el motor con el que se comienza la temporada ha de ser el mismo con el que se termina” es decir, que si empiezas con un V6, terminas con él, y si quieres usar un V8, te esperas al año siguiente. Que difícil, ¿no? Anda que no es fácil saber el número de cilindros de un motor, basta con mirarlo. Mucho más sencillo que controlar su consumo -de flujo y total- límite de revoluciones, cilindrada, presión de turbo, etc...
Pues parece que no, que muy listos para controlar estas cosas, pero no para contar el número de cilindros de un motor. Penoso.
Antaño había motores de hasta 16 cilindros, e incluso con turbina de gas, turbos y atmosféricos. Ahora nada de nada. Todos igual.
Entiendo que un motor deba tener sus límites, cilindrada y otros parámetros a fin de controlar su potencia, pero, ¿el número de cilindros? Ni de coña.
La ideuca del iluminado ese cuajó en 2004 y a partir de ahí, todos V10. Ferrari, que se planteaba volver al V12, tuvo que dejar el proyecto en el armario. Claro que tal vez con Enzo eso no habría sucedido pero...



El Ford Cosworth DFV fue un soplo de aire fresco para la f1, gracias a él, muchos pudieron debutar en la F1 con un coste razonable.



La cuadratura del círculo la culminó Max Mosley en un intento de hacer más emocionante la F1. Primeramente quiso que todos los equipos usasen el mismo motor, y como no pudo ser, optó por la congelación de éste. A la congelación, “por motivos de fiabilidad” se le permitió que unos motores se desarrollasen más que otros. La finalidad real era igualar las prestaciones de los propulsores.
El creyó que al igualar los motores se volvería a la era dorada de los 70 y primeros 80, en los que la F1 estuvo más abierta que nunca, entre otras cosas gracias al mítico Ford-Cosworth DFV, un motor bueno, bonito y barato, que permitió a muchos equipos debutar -y triunfar- en la F1.
Pero eso no podía volver a ocurrir, porque los elevados costos, y la enorme importancia de otras facetas del coche, nada fáciles ni baratas de conseguir, lo impedían. Ya no podían “cuatro” amigos, ni cuatrocientos, entrar en la F1 con un buen ingeniero, montar un motor y hacer un buen papel. Ni malo, simplemente no podían ni entrar, ya que no se iban ni a calificar.
No era mala idea, aunque no iba a funcionar, para relanzar el campeonato, aunque fuera a costa de sus principios. Pero para mí, como amante de Ferrari, la F1 y los motores, eso no sólo fue un error, sino que no me gustó ni pizca.
Repito, al motor ni tocarlo. Ni tocarlo para cortarle las alas me refiero. Se debe permitir su evolución lo mismo que a las otras áreas del coche, y al que no le guste, que cambie de disciplina.
No voy a entrar en lo que a mí me gustaría respecto a la política de motores, si combinar turbos y atmosféricos; motores de dos y cuatro tiempos; rotativos; refrigerados por aire, etc... pero sí diré que un motor sólo debe estar controlado en lo básico para evitar que sea demasiado potente, y nada más.
Así que tanto si la F1 quiere seguir con los motores turbo como si quiere regresar a los atmosféricos yo, lo único que pido, es que se deje al constructor elegir la arquitéctura y número de cilindros que le de la gana, ¡que menos!


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