domingo, 8 de mayo de 2016

Gilles Villeneuve

Piloto Ferrari

 


Villeneuve y el Ferrari nº 27, unidos por lazos mutuos, la leyenda los ha hecho inseparables e inmortales.


Hace casi 40 años debutaba en Fórmula 1 Gilles Villeneuve, haciéndose casi de facto con un hueco en el corazón de los aficionados, sobre todo de los Ferraristas.
Villeneuve debutó en F1 en el GP de Inglaterra de 1977 con un Mclaren del equipo, dirigido entonces, por Teddy Mayer, a instancias de James Hunt. Un Hunt que había corrido una carrera como piloto invitado en una fórmula menor, la fórmula Atlantic, algo que a día de hoy a ningún piloto de F1 se le ocurriría hacer. Y si se le ocurriera, no le dejarían. El caso es que Gilles impresionó tanto a Hunt, que este llamó a Teddy Mayer hablándole maravillas del canadiense.
Su debut no sería gran cosa en cuanto a resultados, pero algo había cuando el mismísimo mago de la velocidad, el Comendatore Enzo Ferrari, quedó prendado de él, fichándolo para sustituir, nada más y nada menos que al actual campeón del mundo en título, Niki Lauda, que dejaba la Scuderia y la F1.
Gilles era un talento arrollador que conectó, sobre todo, con el publico -y con Enzo- que lo adoraba. Su gran carisma, a diferencia de la de muchos otros, estaba justificada, y eso le permitió mantener su puesto en Ferrari pese a sus múltiples salidas de pista y abandonos. Cualquier otro en idéntica situación hubiera sido puesto de patitas en la calle. Gilles no.
Aunque tuvo un aviso antes de la carrera de Zolder de 1978 pidiéndole que se calmase.
Como anécdota, Gilles al principio no era muy bueno en las arrancadas, de modo que Ferrari, en plan auto escuela, lo plantó en Fiorano a practicar: “rompe todos los cambios que quieras, pero aprende a arrancar”, todo un detalle de Ferrari y al alcance de muy pocos equipos. Y habría que preguntarse, de entre ellos, cuantos estarían dispuestos a ese sacrificio.



Un Ferrari tocado -pero no hundido- y Gilles pilotándolo del único modo que sabía: a fondo.



El tiempo iba a dar la razón a Enzo y, aunque sus hazañas a veces se aumentaron, se disimularon sus fracasos y se le creyó -de eso hablaré luego- en el único gran error de su carrera, lo cierto es que era un gran piloto, lleno de arrojo y coraje, más interesado en ganar cada vuelta -como dijo Jody Scheckter – que en ganar la carrera. Gilles no cedía nunca, y siempre tiraba aun más cuando la lógica decía que no debía hacerlo. Esto le reportó triunfos inesperados, como el de Mónaco 1981, luchas épicas, la archiconocida de Dijon 1979 es la más recordada, y adelantamientos imposibles, como el de Zandvoort 1979 a Alan Jones por el exterior en la curva de Tarzán. Claro que ese estilo suyo también le causó muchos accidentes y abandonos innecesarios, como en Long Beach 1978 liderando, pero eso era lo de menos. Su estilo gustaba, sobre todo a los tifosi, y a partir de ahí, se convirtió no sólo en un icono, un mito, una leyenda, sino en el patrón por el que cortar a todo piloto que, en lo sucesivo, llegase a la Scuderia. Por eso Mansell era mucho más querido que Prost, a pesar de que 1990 era el francés el que llevaba la delantera. Pero Mansell tenía estilo Villeneuve, y eso contaba más que los resultados.
La foto que me hizo Ferrarista.
Gilles Villeneuve, pronunciado en español “Yils Vilenef”, era mí ídolo de cuando empecé a seguir la F1 allá por el lejano 1981. Pero no por su estilo ni nada parecido. Me hice Ferrarista tras unos inicios como seguidor de Lotus en los dos primeros GGPP que vi, Montecarlo y Jarama 1981, y luego de un breve -un par de días- de gustarme el Williams al verlo muy chulo con sus ruedas de lluvia, pasé a ser de Ferrari al ser el 126C el coche que más me gustaba. Y para siempre. De modo que no me hice Ferrarista por la fama de la Scuderia ni nada por el estilo. Casualidad de las casualidades, era el coche más bonito y punto. Pues con Gilles parecido, su nombre me sonaba genial, muy musical, su casco era -y es- el más bonito de todos los que ha habido en F1 y donde sea, y como yo por aquel entonces creía que el que portaba el número más bajo era el jefe de equipo, pues ya está. Nada racional, ni nada. Lo mismo podría haber sido igualmente fan de cualquier otro. De haberse consolidado mi opción inicial, me habría quedado con Lotus y De Angelis.
Para mí, al igual que para todos, supuso un duro golpe el fallecimiento del canadiense. Estaba en casa desayunando viendo un álbum de cromos de Figurini Panini de F1. Por casualidad estaba viendo la página de Ferrari con Villeneuve y Scheckter, cuando apareció mi padre y me dijo, señalando a Villeneuve: “este piloto se mató ayer”



Lo que estaba viendo justo cuando me enteré de su fallecimiento.



En ese momento no reaccioné, ya sabía que eso formaba parte de las carreras, pero al ver el espeluznante accidente en el telediario, me derrumbé. Corrí a esconderme debajo de la cama.
Estuve muchos días pidiendo a mi madre que el ídolo volviese, no podía ser que el mundo nos hubiese arrebatado a Villeneuve, el más rápido, el más audaz. Pero lo cierto es que el duende travieso nos había dejado para siempre.
Villeneuve se hizo un mito para mí, al igual que para otros tantos, si no lo era ya antes. Y como tantos otros, solo vi las cosas que me interesaban. Gilles era el mejor y punto. No llegué a caer en la trampa de Imola 82, pero casi.
Aunque ya escribí un artículo al respecto de esa carrera, no está de más unos comentarios. Jamás critiqué, ni odié, como lamentablemente hacen muchos, a Didier Pironi. Didier me gustaba mucho. Menos que Gilles claro, pero mucho. Y no podía culparlo. Cosas de las carreras, como dijo Enzo Ferrari al respecto. Curiosamente muchos otros sí lo hicieron, en lo que fue el único patinazo de Gilles Villeneuve a lo largo de su carrera en F1. Y es que Gilles no tenía razón y, aunque la hubiera tenido, no era para tanto. De cualquier manera, las críticas y enfado de Gilles, en todo caso, deberían haber ido contra Ferrari. Ya que fue Ferrari quien sacó el cartel con las órdenes. Órdenes que decían que era Didier el que tenía que ganar... otra cosa es que Gilles no estuviera de acuerdo (ver artículo San Marino 82)



Villeneuve y Pironi, triunfo y tragedia.



Me llama la atención la ambigüedad de muchos artículos de época que, aunque por lo menos no culpan a Didier, tampoco dicen lo obvio: a favor de quién eran las órdenes. La revista Grand Prix International sí lo hizo. Algo es algo.
Al hilo de esto, me llamó la atención un artículo del gran Javier del Arco, en la revista Solo Auto Actual en un artículo dedicado al número 27 en la F1, número que mitificó Villeneuve. Pues en ese artículo estaba la foto con el cartel en la que Ferrari decía que era Didier el que tenía que ganar, y sin embargo, el artículo comentaba la “traición” del francés. Le creí, o le medio creí, o le quise creer. Eso sí, sin coger manía a Pironi, a pesar de lo evidente que era su error (el del periodista). Y es que para mí, por entonces -era 1990- Villeneuve era el mejor, y no quería aceptar que pudiese ser derrotado.
Pero lo fue, y estaría bien que la gente lo acepte y deje descansar en paz a Pironi, otro piloto romántico de la F1, otro héroe de la velocidad y el riesgo, que nos dejó cinco años después en un accidente de Off-Shore, la F1 del mar. Antes tuvo un accidente parecido al de Gilles en F1, en Hockenheim, que le privó del título.
Pero no hablemos más de Pironi. Este es un artículo homenaje a Villeneuve, el gran héroe canadiense de la F1 y de Ferrari.






Villeneuve no era tan buen piloto como se decía, o como querían hacernos creer, o como nos gustaría que hubiera sido. Sin duda era muy bueno, único en su estilo y muy especial pero, ¿a la altura de Fangio, Clark o Nuvolari? No lo creo. Viendo su palmarés, y lo que hizo en relación a sus compañeros de equipo, sin duda era un grandísimo piloto, pero no tanto como se dice. Y la verdad es que no importa. A mi Gilles Villeneuve me encanta, me emociona ver sus carreras, sus arriesgados adelantamientos, su generosidad y tozudez al volante, empujando cuando nadie más lo haría y contra natura, como en Paul Ricard 1980, con el ineficaz 312T5 saliendo a la recta del Mistral con las cuatro ruedas en la escapatoria de tierra, arriesgándose a un pinchazo.
¿Y qué si no era el mejor? Para muchos lo era, y les importaba poco el resto. Eso es ser un verdadero campeón. Y Gilles lo era. Era un campeón de la gente, y como dije antes, a diferencia de otros, se merecía al 100% ese apoyo.
Nadie imagina a Gilles fuera de Ferrari. Es más, nadie lo quiere más que los Ferraristas. Claro que la historia podría haber sido muy distinta, ya que sus relaciones con la Scuderia y con Enzo, que lo adoraba, se habían deteriorado mucho tras los sucesos de Imola, y de no limar asperezas su futuro podría haber estado fuera de Maranello. Un inconcebible.
Algunos han hecho un: “¿y si Gilles no se hubiera matado en Zolder?” en los que su futuro era, como no podía ser de otra manera, de rojo. Y lograba el ansiado y merecido título.
Gilles es, seguramente, el campeón sin corona más querido dela F1, incluso más querido que la mayoría de los campeones.



Villeneuve pudo ser campeón en 1982, pero el destino tenía otros planes.



El 8 de Mayo de 1982 en Zolder nos dejó Gilles Villeneuve, que había salido a un último y desesperado intento de mejorar posición. Era octavo y su compañero Pironi sexto. Había agotado los dos juegos de ruedas de calificación y salió con una combinación de las que mejor estaban. Algunos se preguntan si hubiera hecho ese intento desesperado de no estar herido como lo estaba en su orgullo. Que más da. Lo que realmente importa fue lo que dijo Eddie Cheever tras el accidente: “en un caso semejante, creo que me hubiera puesto verde de miedo, pero estoy persuadido de que cuando Gilles sintió despegar su Ferrari, su último pensamiento fue de amargura, nada más que de amargura, porque constataba que había perdido la última oportunidad de conseguir un tiempo fantástico”.
El recuerdo de Gilles perdura, al igual que él, inmortal en el tiempo. Como legado suyo está su hijo Jacques, que logró ser campeón del mundo de fórmula 1, aunque no con un Ferrari, lo que hubiera redondeado la cosa.
Como anécdota, creo conveniente decir que cuando su “enemigo” Pironi se mató en 1987, su esposa esperaba gemelos, a los que llamó Didier y Gilles, en un bonito recuerdo de los que fueron compañeros y amigos. Seguro que en su reencuentro en el firmamento de las carreras, hicieron las paces.


5 comentarios:

  1. Gran artículo, como siempre aprendiendo y emocionando.

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  2. Gran artículo, como siempre aprendiendo y emocionando.

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  3. Gran artículo, como siempre aprendiendo y emocionando.

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  4. Y como siempre mi teléfono triplicando el mismo mensaje, bueno así se lee más veces

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