miércoles, 22 de mayo de 2019

Niki Lauda 1949-2019




           La llama que se apagó 43 años después








Cuando Andreas Nikolaus Lauda, más conocido como Niki Lauda, tuvo su pavoroso accidente en Nürburgring el 1 de agosto de 1976, todo indicaba que su vida iba acabar allí. Pero quiso el destino, entre otros, que volviese de las garras de la muerte para defender su corona en una “nueva” vida que casi le duro 43 años.
No pudo mantener su cetro, pero lo recuperó al año siguiente y, luego de retirarse, volvió para hacerse con un tercero, siendo el primer piloto de la historia que volvía de un retiro para proclamarse campeón. Prost fue el segundo, pero en su caso, su año sabático de 1992 se debió a que no tenía un volante competitivo y se preparó para volver con la mejor arma de cara a 1993, el Williams Renault. Lo de Lauda no tuvo nada que ver. Se marcho harto y volvió cuando le picó de nuevo el gusanillo; aunque otros dicen que también las finanzas, por eso de su empresa Lauda Air.
Entre los “otros” que impidieron la muerte se lo llevase por delante, destaca con luz propia el gran Arturo Merzario (que merece un artículo más que digno), al zambullirse literalmente en las llamas para sacar a Lauda del coche arriesgando su propia vida.
Este accidente pareció reproducirse -al menos es lo que me pareció a mí- en Imola 13 años después, cuando el Ferrari del también austríaco Gerhard Berger se estrelló en el Tamburello incendiándose, sólo que entonces los coches y las medidas de seguridad eran mucho mejores.






Lauda destacaba por un estilo de conducción cerebral, aparentemente nada apasionado, que muchas veces no gustaba, pero sin embargo era muy efectivo. Se podría decir que Lauda, también apodado “el cerebro” o “la calculadora” y, de manera despectiva, “el conejo”, empezó a correr así luego de su accidente en el “infierno verde”. Pero no deja de ser cierto que ya en 1975 dio muestras de su madurez no aceptando riesgos innecesarios. En Holanda, por ejemplo, pareció conformarse con el segundo lugar tras Hunt para evitar un choque en un arriesgado adelantamiento. Quizá aprendió de sus errores de 1974, dónde logró 9 poles y lideró más vueltas que nadie, pero sin optar al título. Aprendió que la rapidez no lo era todo y el accidente de 1976 lo único que hizo fue acelerar el proceso, es decir: tomar menos riesgos.
Porque antes de su accidente Lauda atesoraba nada más y nada menos que 21 pole position y luego, en el resto de su carrera, apenas sumó tres más, sin embargo añadió 13 victorias a su palmarés -entonces tenía 12- y un par de títulos. Un cambio radical, es decir, que cuando en 1984 se impuso a Prost por medio punto, lo hizo sin lograr pole alguna, hecho que sólo ha sucedido otra vez en la historia de la F1, en 1967 con Denny Hulme.
Y es que el bueno de Niki nunca estuvo a gusto con los motores y neumáticos de calificación. No le gustaba eso de jugársela a una vuelta. Y como entonces se podía adelantar con mucha más facilidad en carrera y la pole no importaba ni la mitad que ahora, prefería utilizar los entrenamientos para preparar el coche de cara a la carrera sacrificando la calificación.






El estilo de Lauda, cuyo más fiel seguidor parecía ser Alain Prost, era un estilo con fecha de caducidad, aunque entonces no lo sabíamos. Cuando Lauda corría, los coches se rompían y había que cuidarlos, cosa que no sucede hoy. Cambios semiautomáticos junto a motores gestionados y protegidos -ambos- por la electrónica, piezas fabricadas con un control de calidad digno de la NASA, etc... dan lugar a coches prácticamente indestructibles, que perdonan las brutalidades del piloto -más bien las impiden-, contentándose estos a gestionar las ruedas, el consumo y poco más. Eso sí, muy asesorados vía radio desde boxes. Para que luego digan que antes se podía correr al máximo todo el tiempo... ¡Ah!, y desde 1984 hasta 1988 también había límite de gasolina. De modo que también tenían que lidiar con eso, como ahora, pero sin tantos datos de control.
En resumen, que el estilo suave de Lauda hoy día no tiene sentido, los tiempos -y con ellos los coches- han cambiado tanto, que lo hacen innecesario.
El carácter de Lauda era arisco, sin complejos ni compromisos, lo que hacía que de vez en cuando se tuviera que tragar sus palabras -no se puede escupir para arriba, que se suele decir-, aunque otras muchas tuviera toda la razón siendo, a veces, dañino.
Entre las primeras -lo de tragarse sus palabras- se encuentran las declaraciones de cuando abandonó Ferrari y dijo: “veremos donde está Ferrari dentro de dos años y donde estaré yo”. Y pasados esos dos años Lauda se retiraba de la F1 por primera vez y Ferrari era campeona de pilotos y marcas, o cuando dijo: “los coches actuales los pilota un mono” y se subió al Jaguar de su equipo y se marcó unos cuantos trompos.







Con Ferrari se limaron asperezas y él reconoció que la Scuderia actuó como tenía que actuar como equipo, aunque a él no le gustase y Enzo Ferrari, por su parte, dijo que si Lauda no se hubiera ido, podría haber igualado a Fangio.
Dejar a los equipos plantados y de malas formas fue algo que Niki hizo dos veces, con Ferrari primero y en Brabham después. Vamos, un habitual.
En su paso por Brabham se convirtió en el único ganador con un coche equipado con un “aspirador” para pegarse al suelo. Fue en Suecia 1978 con el Brabham-Alfa de Gordon Murray, luego prohibido. También obtuvo las, hasta la fecha, dos últimas victorias de Alfa Romeo como motorista, la de Suecia antes citada y la de Italia, ambas en 1978, aunque ganó otra más, el “Grand Prix Dino Ferrari” en Imola de 1979, este fuera de campeonato.
Conocí a Niki Lauda -no personalmente claro- en los 80 cuando corría para Mclaren y no entendía por qué lo alababan tanto si su compañero -que se apellidaba igual que el ayudante "elemental" de Sherlock Holmes- John Watson, lo hacía mejor que él. Lo superó en la clasificación del mundial tanto en 1982 como en 1983 y, aunque los dos hacían excelentes remontadas, Watson era el “Rey”.
La retirada del “estúpido de Watson” en 1983, como dijo Lauda -lo dijo sin malicia, sólo porque lo prefería a él de compañero que a Prost- privó a “Wattie” de disponer por primera vez en su carrera del mejor coche y, a cambio, Lauda y Prost tuvieron una encarnizada lucha. Viendo los precedentes, no sé contra quién le habría ido mejor, al menos en 1984, donde por cierto, consiguió ganar por fin en casa, en Austria. 1985 no cuenta, ya que su coche no paraba de romperse, aunque nadie se lo echaba en cara, a diferencia de con Mansell y Raikkönen...






Lauda declaró, años después, que Prost era rapidísimo en calificación, fuera de su alcance, y que hubiera sido muy interesante ver “al Prost de 1984” frente a Senna, dando a entender que luego Prost, como él con anterioridad, dejó de lado el arriesgar tanto a una sola vuelta.
Niki Lauda no es el piloto más afamado, querido, ni el mejor de la F1, pero sí uno de los más conocidos. El apellido “Lauda” no pasa desapercibido y es asociado rapidamente al mundo del motor, de la F1, como Bjorn Borj en el tenis. Yo creo que en ese aspecto sólo lo supera Fittipaldi, cuyo apellido es inconfundible y, aparte de recordar a un gran piloto de F1, se usa para nombrar a quienes conducen deprisa -o a lo loco- en carretera normal, con la expresión: “eres un Fittipaldi”.
Lo que más me gusta de Niki Lauda es su valentía, y destaco de él como actuó ante Boeing cuando el 26 de mayo de 1991 se estrelló el 767-300 de su compañía en Tailandia con un balance de 223 muertos (213 pasajeros y 10 tripulantes). El accidente se produjo porque durante el vuelo se activó el reversor de los motores, algo que Boeing decía se debió a un fallo de los pilotos, no del sistema, dadas sus medidas de seguridad. Lauda les dijo que, si tan seguros estaban, se subieran con él a otro 767-300 pilotado por él mismo para comprobar quién tenía razón. No hubo tal vuelo y, en adelante, la compañía modificó su sistema, dando a entender que era Niki el que tenía razón.






Como curiosidad, lo del abuelo de Lauda, que aún hoy hay quien publica era Juan Lauda Crespo, de Loña del Monte en Nogueira de Ramuín, Orense, y que su padre era el aviador de combate estadounidense José Lauda Soto. Otros dicen que su bisabuelo era Adolf Lauda y que su abuelo -del que no aportan nombre- era consejero del emperador Franz Joseph I. Y el resto no dice nada. Como sea, muy raro este secretismo, sea cual sea la dirección.
Personalmente se me hace muy raro que el abuelo de Niki fuera español y que nadie de aquí haya dicho, ni indagado, nada al respecto, pero también es verdad que muchas veces las labores de investigación periodística dejan bastante que desear por un lado, y que hay misterios que no se quieren destapar, por otro. Quizá algún día me entere de la verdad, bien sea investigando yo mismo, o porque alguien aporte datos contrastados. Y eso que lo primero ha sido publicado en varios diarios españoles -y se sigue haciendo-, pero así todo... como que no me cuadra. Pero si nadie aporta datos con seriedad, yo seguiré pensando lo que me plazca. La lógica dice que no pero, ¿y sí...?
Niki Lauda falleció el pasado lunes 20 de mayo por causas naturales, habiendo dicho su cuerpo, sencillamente, basta. Había sido operado de trasplante de pulmón hace apenas un año -años atrás tuvo dos trasplantes de riñón- y fue ingresado hace poco por una gripe.
Descanse en Paz




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